Carlos Fernández-Vega
- Mantener el desempleo, la mejor noticia del “presidente del empleo”
- Con la “continuidad” el reloj camina en sentido contrario
La mejor noticia que ofrece el “presidente del empleo” es que en 2009 la tasa oficial de desocupación abierta en el país se mantendría, “razonablemente”, en la cota “que hoy observamos”, es decir, 4.3-4.5 por ciento de la población económicamente activa, según su claridoso cuan sonriente secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón. Esa es la buena, y hay que subrayarlo, porque la mala, que suele ir de la mano con la realidad, indica que el país cada día está más cerca de registrar el nivel de desempleo reportado en el año “de la gran crisis”, a saber 1995. Así, la mejor oferta del gobierno calderonista es mantener “razonablemente” la tasa oficial de desempleo abierto, es decir, que 2 millones de mexicanos se quedan donde y como están, sin esperanza alguna. Y eso es bueno, dice.
En aquel espantoso 1995 el desempleo abierto en el país, versión oficial, afectó a 6.2 por ciento de la población económicamente activa, de acuerdo con los indicadores de la Secretaría del Trabajo citados por la Cámara de Diputados. En ese entonces la medición del desempleo abierto se centraba en las grandes ciudades de la República (con más de 100 mil habitantes y en las que se concentra 75 por ciento de las plazas laborales), de tal suerte que 13 años después y utilizando idéntica medición, esa misma tasa, en diciembre de 2008, se ubicó en 5.54 por ciento de la PEA, apenas seis décimas de punto porcentual por debajo de aquella fatídica cota. Lo anterior, sin considerar el efecto que para tal indicador significa la gran válvula de escape que representa la expulsión de mano de obra a terceros países, fundamentalmente a Estados Unidos.
En 1994, utilizando el mismo indicador citado, el desempleo abierto oficialmente afectó a 3.7 por ciento de la población económicamente activa. Un año después, con la “gran crisis” en pleno ejercicio, se elevó a 6.2 por ciento, para descender paulatinamente a lo largo del sexenio zedillista hasta llegar a 1.9 por ciento en noviembre de 2000. A partir de esta fecha el reloj caminó en sentido contrario.
Con el advenimiento del “cambio”, la tasa oficial de desempleo abierto (medición citada) pasó de 1.9 por ciento a 2.8 por ciento al cierre del primer año de “gobierno”. Al paso del tiempo tal indicador creció y creció hasta alcanzar 4.59 por ciento de la PEA, el último día de noviembre de 2006. Fox ofreció en campaña un millón 350 mil empleos formales por año de gobierno. En realidad, en todo el sexenio apenas si rebasó el millón.
Con la “continuidad” el reloj también camina en sentido contrario. De ese 4.59 por ciento de la PEA, en noviembre de 2006 la tasa oficial de desempleo abierto creció y creció hasta llegar a 5.54 por ciento en diciembre de 2008, previo a “la (nueva) gran crisis” y en plena “Presidencia del empleo”. Y la mejor noticia que puede ofrecer es mantener “razonablemente” la tasa de desempleo “que hoy observamos”.
México acumula 26 años dando vueltas a la noria. Entonces, ¿a dónde llegará el país con tasas de “crecimiento” económico cada vez más colindantes con las reportadas durante la llamada “década perdida”? (la de los 80). ¿Hacia dónde se dirige con una tasa (oficial) de desempleo abierto cada día más cercana a la registrada en el año de “la gran crisis” (1995), cuyos devastadores efectos, según la versión gubernamental, “ya fueron superados”?
Retomamos algunos elementos aquí ya comentados: en los últimos 15 años, alrededor de 18 millones de mexicanos se incorporaron al mercado laboral, y en ese mismo lapso la creación de empleos en el sector formal de la economía (de acuerdo con la estadística oficial) no pasó de 4.5 millones, es decir, tan sólo 25 por ciento de la demanda real fue satisfecha, o si se prefiere que en esos tres lustros apenas 25 de cada 100 mexicanos en edad y condición de laborar pudieron colarse al cada vez más pequeño sector formal de la economía.
Lo anterior, porque algunos especialistas en economía periódicamente consultados por el Banco de México a finales de diciembre pasado comentaron que 2009 sería uno de “los peores años” en lo que a generación de fuentes de trabajo se refiere. Así, en lo que va del siglo XXI se registraron dos años en los que la creación de empleo formal oficialmente reconocido como tal (la estadística del IMSS) apenas alcanzó para satisfacer el 2 por ciento de la demanda real. En 2003, por ejemplo, cuando el gobierno foxista se vanagloriaba de reportar “cifras históricas” en la creación de puestos de trabajo, sólo se generaron 25 mil plazas en la economía formal. Un año antes, en 2002, se crearon 61 mil. En un bienio, pues, sólo 36 de cada mil mexicanos logró emplearse en el sector formal. Si eso no puede calificarse de “peor”, ¿cómo será este 2009?
Entre otros “logros”, la economía mexicana se caracteriza por su permanente raquitismo en lo que a crecimiento se refiere, y una de sus principales consecuencias es la falta de empleo formal. En esos 15 años sólo ha podido satisfacer 25 por ciento de la demanda de puestos de trabajo en el sector formal. Todo indica que ese resultado debe ser tipificado como el peor entre muchas naciones, pero a ojos de los especialistas, el gobierno y sus discursos no pasan de ser folclor. Y todo ello sin considerar la pésima calidad de dichos puestos de trabajo. Semanas atrás en este espacio preguntábamos: ¿cómo debe entenderse, entonces, aquello de que 2009 “será uno de los peores en lo que a generación de empleo formal se refiere”? Lo anterior, porque en tres lustros el promedio anual de generación de empleo formal en el país es ligeramente superior a 290 mil plazas, cuando la demanda real es de 1.1 a 1.2 millones. Si eso no es una crisis en el sector laboral, ¿entonces qué es? La respuesta llegó: se mantendrá “razonablemente” la tasa de desempleo.
Las rebanadas del pastel
Mientras bajo la óptica de la “continuidad” todo es “razonable”, lamentablemente toma cuerpo aquella no lejana premonición de la Organización Internacional del Trabajo, según la cual en 2009 alrededor de 20 millones de empleos serían cancelados a lo largo y ancho del planeta, para incrementar a 210 millones el número de integrantes del ejército de reserva. En Estados Unidos ayer fue un día espectacular en este sentido, al conocerse que muchas trasnacionales de matriz estadunidense aplicarán severos cuan inmediatos recortes de personal, acción que se añade a los 2 millones 600 mil puestos de trabajo cancelados en aquel país a lo largo de 2008, elevando con ello la cifra de desocupación a niveles no vistos desde 1945.
- Mantener el desempleo, la mejor noticia del “presidente del empleo”
- Con la “continuidad” el reloj camina en sentido contrario
La mejor noticia que ofrece el “presidente del empleo” es que en 2009 la tasa oficial de desocupación abierta en el país se mantendría, “razonablemente”, en la cota “que hoy observamos”, es decir, 4.3-4.5 por ciento de la población económicamente activa, según su claridoso cuan sonriente secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón. Esa es la buena, y hay que subrayarlo, porque la mala, que suele ir de la mano con la realidad, indica que el país cada día está más cerca de registrar el nivel de desempleo reportado en el año “de la gran crisis”, a saber 1995. Así, la mejor oferta del gobierno calderonista es mantener “razonablemente” la tasa oficial de desempleo abierto, es decir, que 2 millones de mexicanos se quedan donde y como están, sin esperanza alguna. Y eso es bueno, dice.
En aquel espantoso 1995 el desempleo abierto en el país, versión oficial, afectó a 6.2 por ciento de la población económicamente activa, de acuerdo con los indicadores de la Secretaría del Trabajo citados por la Cámara de Diputados. En ese entonces la medición del desempleo abierto se centraba en las grandes ciudades de la República (con más de 100 mil habitantes y en las que se concentra 75 por ciento de las plazas laborales), de tal suerte que 13 años después y utilizando idéntica medición, esa misma tasa, en diciembre de 2008, se ubicó en 5.54 por ciento de la PEA, apenas seis décimas de punto porcentual por debajo de aquella fatídica cota. Lo anterior, sin considerar el efecto que para tal indicador significa la gran válvula de escape que representa la expulsión de mano de obra a terceros países, fundamentalmente a Estados Unidos.
En 1994, utilizando el mismo indicador citado, el desempleo abierto oficialmente afectó a 3.7 por ciento de la población económicamente activa. Un año después, con la “gran crisis” en pleno ejercicio, se elevó a 6.2 por ciento, para descender paulatinamente a lo largo del sexenio zedillista hasta llegar a 1.9 por ciento en noviembre de 2000. A partir de esta fecha el reloj caminó en sentido contrario.
Con el advenimiento del “cambio”, la tasa oficial de desempleo abierto (medición citada) pasó de 1.9 por ciento a 2.8 por ciento al cierre del primer año de “gobierno”. Al paso del tiempo tal indicador creció y creció hasta alcanzar 4.59 por ciento de la PEA, el último día de noviembre de 2006. Fox ofreció en campaña un millón 350 mil empleos formales por año de gobierno. En realidad, en todo el sexenio apenas si rebasó el millón.
Con la “continuidad” el reloj también camina en sentido contrario. De ese 4.59 por ciento de la PEA, en noviembre de 2006 la tasa oficial de desempleo abierto creció y creció hasta llegar a 5.54 por ciento en diciembre de 2008, previo a “la (nueva) gran crisis” y en plena “Presidencia del empleo”. Y la mejor noticia que puede ofrecer es mantener “razonablemente” la tasa de desempleo “que hoy observamos”.
México acumula 26 años dando vueltas a la noria. Entonces, ¿a dónde llegará el país con tasas de “crecimiento” económico cada vez más colindantes con las reportadas durante la llamada “década perdida”? (la de los 80). ¿Hacia dónde se dirige con una tasa (oficial) de desempleo abierto cada día más cercana a la registrada en el año de “la gran crisis” (1995), cuyos devastadores efectos, según la versión gubernamental, “ya fueron superados”?
Retomamos algunos elementos aquí ya comentados: en los últimos 15 años, alrededor de 18 millones de mexicanos se incorporaron al mercado laboral, y en ese mismo lapso la creación de empleos en el sector formal de la economía (de acuerdo con la estadística oficial) no pasó de 4.5 millones, es decir, tan sólo 25 por ciento de la demanda real fue satisfecha, o si se prefiere que en esos tres lustros apenas 25 de cada 100 mexicanos en edad y condición de laborar pudieron colarse al cada vez más pequeño sector formal de la economía.
Lo anterior, porque algunos especialistas en economía periódicamente consultados por el Banco de México a finales de diciembre pasado comentaron que 2009 sería uno de “los peores años” en lo que a generación de fuentes de trabajo se refiere. Así, en lo que va del siglo XXI se registraron dos años en los que la creación de empleo formal oficialmente reconocido como tal (la estadística del IMSS) apenas alcanzó para satisfacer el 2 por ciento de la demanda real. En 2003, por ejemplo, cuando el gobierno foxista se vanagloriaba de reportar “cifras históricas” en la creación de puestos de trabajo, sólo se generaron 25 mil plazas en la economía formal. Un año antes, en 2002, se crearon 61 mil. En un bienio, pues, sólo 36 de cada mil mexicanos logró emplearse en el sector formal. Si eso no puede calificarse de “peor”, ¿cómo será este 2009?
Entre otros “logros”, la economía mexicana se caracteriza por su permanente raquitismo en lo que a crecimiento se refiere, y una de sus principales consecuencias es la falta de empleo formal. En esos 15 años sólo ha podido satisfacer 25 por ciento de la demanda de puestos de trabajo en el sector formal. Todo indica que ese resultado debe ser tipificado como el peor entre muchas naciones, pero a ojos de los especialistas, el gobierno y sus discursos no pasan de ser folclor. Y todo ello sin considerar la pésima calidad de dichos puestos de trabajo. Semanas atrás en este espacio preguntábamos: ¿cómo debe entenderse, entonces, aquello de que 2009 “será uno de los peores en lo que a generación de empleo formal se refiere”? Lo anterior, porque en tres lustros el promedio anual de generación de empleo formal en el país es ligeramente superior a 290 mil plazas, cuando la demanda real es de 1.1 a 1.2 millones. Si eso no es una crisis en el sector laboral, ¿entonces qué es? La respuesta llegó: se mantendrá “razonablemente” la tasa de desempleo.
Las rebanadas del pastel
Mientras bajo la óptica de la “continuidad” todo es “razonable”, lamentablemente toma cuerpo aquella no lejana premonición de la Organización Internacional del Trabajo, según la cual en 2009 alrededor de 20 millones de empleos serían cancelados a lo largo y ancho del planeta, para incrementar a 210 millones el número de integrantes del ejército de reserva. En Estados Unidos ayer fue un día espectacular en este sentido, al conocerse que muchas trasnacionales de matriz estadunidense aplicarán severos cuan inmediatos recortes de personal, acción que se añade a los 2 millones 600 mil puestos de trabajo cancelados en aquel país a lo largo de 2008, elevando con ello la cifra de desocupación a niveles no vistos desde 1945.
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