Jesús Anaya Rosique
La periodista Lydia Cacho, activa defensora de los derechos humanos, ha escrito un libro útil y valiente dirigido a las familias decididas a evitar que sus hijos sean agredidos; a los padres de los menores que ya han sufrido abuso sexual; a fiscales, jueces, policías, abogados y maestros; y a cualquier persona que en la infancia experimentó este dolor.
Se trata de comprender los orígenes culturales y psicoemocionales de la violencia sexual y cómo erradicarla en nuestra sociedad con un programa de acciones concretas. Mientras las campañas de prevención y educación no impacten profundamente a la mayoría de la población, en tanto cambian las leyes, ¿qué podemos hacer? Un manual para quienes piensan que la violencia sexual no es “natural” sino un acto deliberado para dañar y avasallar a otro. La autora puntualiza que “entrar a las catacumbas de la maldad humana exige frialdad para investigar hechos concretos, datos duros, cifras comprobables; y gran equilibrio emocional para escuchar las versiones de víctimas y policías, entrevistar a tratantes presos, recorrer los tugurios de la explotación de menores (que funcionan con la complacencia de autoridades). ¿Cómo mostrar esa lobreguez sin revelar la luz de la sanación?” Lydia no rehuye analizar las consecuencias que ella misma ha vivido por sus denuncias: primero, casi dos años de amenazas de muerte y un tremendo estrés; en enero de 2006 fue secuestrada y torturada más de 20 horas a manos de la policía del gobernador de Puebla (impune aún), y luego el posterior acoso judicial y un infame fallo de la Suprema Corte…
Una especialista aclara: “en la violencia sexual, sea cual fuere la forma que adquiera, el motivo primordial no es la satisfacción sexual, sino el poder, el control y la humillación. El abuso sexual denota un acto intencional… Enmarcar el problema en la patología conduce a quitar la responsabilidad a los agresores… se trata de delincuentes, no de enfermos”. Entre 65 y 80 % de los pedófilos son familiares o conocidos de la víctima. El 60% de las víctimas de incesto son niñas entre 6 y 12 años. Por cada niña abusada por su padre biológico, hay dos niñas acosadas por su padrastro o pareja de su madre. En 65% de los casos los abusos fueron perpetrados por abuelos, tíos, primos, hermanos y hermanastros. Otro 15% es cometido por no familiares o desconocidos, igual que sucede con la mayoría de los varones abusados, que tienen entre 11 y 12 años. “Estas cifras nos dicen que el abuso sexual infantil no es una enfermedad, sino una costumbre convalidada por su práctica histórica, un problema grave de cultura, salud pública, justicia, educación y desarrollo, que se presenta en todas las clases sociales. El panorama de la impunidad es desolador: sólo dos de cada 100 pedófilos denunciados acabarán en la cárcel”.
El libro explica los orígenes del abuso sexual y la prevalencia histórica de una cultura que “nos enseña a callar y les enseña a abusar”. Subraya el papel de la educación para prevenir los abusos, las historias familiares, el perfil de pedófilos y pederastas y cómo reconocerlos, las redes de pornografía infantil. Describe las distintas maneras de atender a un menor abusado: desde cómo darse cuenta y destruir los incontables mitos y prejuicios existentes hasta las lesiones físicas y emocionales consecuencia del abuso sexual; la necesidad de un tratamiento especializado y multidisciplinario y las diferentes terapias de sanación accesibles; la “justicia”: el dilema familiar de la denuncia y el horror que se desencadena, o “si no denuncio, ¿qué hago?”; crimen y castigo… El manual, escrito en lenguaje accesible, incluye un valioso anexo con datos prácticos.
anaya.jess@gmail.com
*Lydia Cacho, Con mi hij@ no. Manual para prevenir, entender y sanar el abuso sexual, Grijalbo, México 2008, $144, 248 pp. ISBN 978-607-429-086-8
La periodista Lydia Cacho, activa defensora de los derechos humanos, ha escrito un libro útil y valiente dirigido a las familias decididas a evitar que sus hijos sean agredidos; a los padres de los menores que ya han sufrido abuso sexual; a fiscales, jueces, policías, abogados y maestros; y a cualquier persona que en la infancia experimentó este dolor.
Se trata de comprender los orígenes culturales y psicoemocionales de la violencia sexual y cómo erradicarla en nuestra sociedad con un programa de acciones concretas. Mientras las campañas de prevención y educación no impacten profundamente a la mayoría de la población, en tanto cambian las leyes, ¿qué podemos hacer? Un manual para quienes piensan que la violencia sexual no es “natural” sino un acto deliberado para dañar y avasallar a otro. La autora puntualiza que “entrar a las catacumbas de la maldad humana exige frialdad para investigar hechos concretos, datos duros, cifras comprobables; y gran equilibrio emocional para escuchar las versiones de víctimas y policías, entrevistar a tratantes presos, recorrer los tugurios de la explotación de menores (que funcionan con la complacencia de autoridades). ¿Cómo mostrar esa lobreguez sin revelar la luz de la sanación?” Lydia no rehuye analizar las consecuencias que ella misma ha vivido por sus denuncias: primero, casi dos años de amenazas de muerte y un tremendo estrés; en enero de 2006 fue secuestrada y torturada más de 20 horas a manos de la policía del gobernador de Puebla (impune aún), y luego el posterior acoso judicial y un infame fallo de la Suprema Corte…
Una especialista aclara: “en la violencia sexual, sea cual fuere la forma que adquiera, el motivo primordial no es la satisfacción sexual, sino el poder, el control y la humillación. El abuso sexual denota un acto intencional… Enmarcar el problema en la patología conduce a quitar la responsabilidad a los agresores… se trata de delincuentes, no de enfermos”. Entre 65 y 80 % de los pedófilos son familiares o conocidos de la víctima. El 60% de las víctimas de incesto son niñas entre 6 y 12 años. Por cada niña abusada por su padre biológico, hay dos niñas acosadas por su padrastro o pareja de su madre. En 65% de los casos los abusos fueron perpetrados por abuelos, tíos, primos, hermanos y hermanastros. Otro 15% es cometido por no familiares o desconocidos, igual que sucede con la mayoría de los varones abusados, que tienen entre 11 y 12 años. “Estas cifras nos dicen que el abuso sexual infantil no es una enfermedad, sino una costumbre convalidada por su práctica histórica, un problema grave de cultura, salud pública, justicia, educación y desarrollo, que se presenta en todas las clases sociales. El panorama de la impunidad es desolador: sólo dos de cada 100 pedófilos denunciados acabarán en la cárcel”.
El libro explica los orígenes del abuso sexual y la prevalencia histórica de una cultura que “nos enseña a callar y les enseña a abusar”. Subraya el papel de la educación para prevenir los abusos, las historias familiares, el perfil de pedófilos y pederastas y cómo reconocerlos, las redes de pornografía infantil. Describe las distintas maneras de atender a un menor abusado: desde cómo darse cuenta y destruir los incontables mitos y prejuicios existentes hasta las lesiones físicas y emocionales consecuencia del abuso sexual; la necesidad de un tratamiento especializado y multidisciplinario y las diferentes terapias de sanación accesibles; la “justicia”: el dilema familiar de la denuncia y el horror que se desencadena, o “si no denuncio, ¿qué hago?”; crimen y castigo… El manual, escrito en lenguaje accesible, incluye un valioso anexo con datos prácticos.
anaya.jess@gmail.com
*Lydia Cacho, Con mi hij@ no. Manual para prevenir, entender y sanar el abuso sexual, Grijalbo, México 2008, $144, 248 pp. ISBN 978-607-429-086-8
Comentarios