Foros ‘light’

Ricardo Rocha

A pesar de las evidencias, hay una necedad sospechosa en minimizar esta crisis de dimensiones gigantescas
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En Davos o el Senado, da igual. Aquí y allá se habla de la crisis como un juego de apariencias, un artilugio de cristales. Pero sin enfrentarla cara a cara al espejo.

En Suiza: “Fíjense cómo los ricos nos preocupamos por los pobres”; “por eso hacemos tan largo viaje hasta este austero lugar”; “sí, claro que abordaremos la crisis, pero desde las cúpulas del poder político y económico, ¿o hay de otras?”; “a quién le importan las inteligencias luminosas o los grandes líderes sociales”; “aquí la pregunta es cuánto del mundo nos queda —todavía— para repartir”.

En México: “A ver si van aplaudiendo este esfuerzo de sus heroicos legisladores”; “al fin y al cabo que con sus impuestos pagamos a ex presidentes, oradores profesionales, a precio de oro”; “nomás para la foto, aunque lleguen con sus discursos gastados de siempre”; “cantemos todos a coro: la crisis nos vino de fuera… aquí nadie es culpable”.

Sigue sin caerles el 20 y menos aún darles línea. Hay una necedad sospechosa en minimizar esta crisis de dimensiones gigantescas.

Por su parte, el gobierno federal, en voz del secretario de Hacienda —el del célebre catarrito—, dice que “habrá algunos periodos de estancamiento”. Para lo cual propone medidas tan trascendentes como abrir a los capitales foráneos la telefonía fija; cosa que casualmente favorecería a la empresa extranjera que ahora dirige su predecesor en el cargo. De quien se dice, por cierto, que sigue mandando.

Por el estilo, el gobierno calderonista se autoelogia como “sensible a las demandas populares” y anuncia una reducción en el incremento sistemático al precio del diesel, que suena a broma cruel cuando ya han reventado el autotransporte y la pesca en todo el país por los aumentos a los combustibles.

Mientras tanto, la única voz sensata en medio del desconcierto hace anuncios estremecedores. Entre otras cosas, el gobernador del Banco de México ha establecido que nuestro país decrecerá entre 0.8% y 1.8% en 2009; que se perderán más de 300 mil empleos en el sector formal de la economía; que las remesas han caído en más de 10% y que el poder adquisitivo del salario se sigue deteriorando día a día. Peor, imposible.

Así que la crisis que sólo era financiera es ahora una rotunda crisis económica y, más aún, una despiadada crisis social que se extiende, dolorosa, por ciudades y pueblos de todo el país.

En este marco de pesimismo documentado el Congreso realiza el foro “México ante la crisis: ¿qué hacer para crecer?”. En el que, por denominación, pareciera que la crisis es para los señores legisladores algo distante y ajeno. Y que el del crecimiento es un tema insondable. Como si no hubiera ejemplos evidentes de lo que han hecho países exitosos lo mismo en Asia que en Europa, América y hasta África, para seguir creciendo aun en la crisis: abatir la pobreza, elevar el ingreso y estimular fundamentalmente el mercado interno.

En pocas palabras, cambiar un modelo económico que ha provocado el desastre del capitalismo a ultranza. El propio Obama ha establecido el derrumbe de los paradigmas al afirmar que ya no es posible el desarrollo si sólo se beneficia a los más ricos.

Pero aquí, hemos de conformarnos con un foro mediocre. Eso sí, con carísimos profesionales del rollo. Sin Hernando de Soto, Amartya Sen, Muhammad Yunus y otros personajes que de verdad han revolucionado la ciencia económica al plantear la generación de riqueza a partir de la pobreza.

Lo dicho, un foro light, descremado, sin gas, pasteurizado y descafeinado.

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