El fachadeo

Luis Javier Garrido

Los halcones republicanos de Estados Unidos aliados a la extrema derecha latinoamericana están pugnando por que la supuesta “guerra contra el narco”, que impusieron a México los gobiernos de Bush y Calderón, se prolongue tras el relevo en Washington, de ahí las presiones que se están ejerciendo sobre el nuevo presidente estadunidense, y la insistencia en hablar de México como “Estado fallido”.

1. La cuestión que preocupó a muchos analistas en los últimos meses sobre cuáles serían las políticas de Estados Unidos hacia América Latina tras el relevo en la Casa Blanca en 2008, están quedando muy rápidamente aclaradas y todo hace suponer que el nuevo presidente Barack Obama, sometido a los poderes fácticos y centrado en su misión fundamental, que es la de tratar de sacar de la crisis a los grandes consorcios en los que se sustenta su país, aparece dispuesto a seguir en lo esencial las mismas políticas de la administración de Bush, y no ha entendido la gravedad de la coyuntura latinoamericana.

2. Las primeras expresiones de Obama sobre América Latina no han sido hasta ahora muy afortunadas, pues reflejan pleno desconocimiento de lo que acontece: una semana antes de prestar juramento hizo unas desafortunada crítica al presidente venezolano Hugo Chávez, aceptó los requiebros de Calderón para almorzar con él en Washington y, para colmo, su secretaria de Estado, Hillary Clinton, al comparecer el martes 13 ante el comité senatorial que iba a evaluar su ratificación hizo de pasada una mención de las relaciones con América Latina con el mismo discurso de la era bushiana.

3. El mulato Barack Husseim Obama, no hay que olvidarlo, fue impulsado a la Casa Blanca por los cárteles financieros y militares de Washington en un principio para limpiar la imagen de Estados Unidos tras la desastrosa gestión de George W. Bush, y más tarde para enfrentar la crisis financiera, económica y social que estallara el otoño de 2008, y por consiguiente América Latina y México están lejos de sus preocupaciones centrales. La prioridad que tiene es enfrentar la debacle a la que arrastra a Estados Unidos ese sistema imperial al que debe lavarle el rostro, pero sin afectar las estructuras de dominación. “No pediremos perdón por nuestra forma de vida ni flaquearemos en su defensa”, dijo por eso amenazante frente al Capitolio tras prestar su juramento el martes 20, pretendiendo desconocer los mecanismos en que se sustenta ese american way of life.

4. La lectura que hicieron muchos extraviados en el sentido de que con Obama habría un cambio en profundidad en las políticas de Washington por el hecho de ser un afroestadunidense ha quedado desmentida muy rápidamente. El nuevo gobernante va a operar una serie de cambios cosméticos para fortalecer su imagen hacia el exterior, proclamando una nueva ética en el ejercicio del poder, retirando a las fuerzas estadounidenses de Irak (pero no de Afganistán), cerrando la prisión ilegal de Guantánamo y buscando proyectar otra imagen del poder estadunidense, pero en lo esencial su tarea es enfrentar la desastrosa situación interna, y para esto no tiene un planteamiento de cambio en profundidad como el que se requeriría. Obama ha dejado ya claro desde el primer día que él no es Roosevelt ni habrá programas como los del New Deal de 1933-1936 para enfrentar a la crisis actual.

5. La velada arrogancia imperial de Obama se disimuló mal también en la invocación constante que hizo de los Padres Fundadores de la Unión Americana en ese su primer discurso como presidente, a los que atribuyó, equivocadamente, haber elaborado una Carta Magna que garantizaba los derechos humanos. La Constitución estadunidense de 1787 no tuvo un capítulo sobre los derechos humanos, y no fue sino tras la defensa de éstos por la Revolución Francesa de 1789 que en 1791 se proclamó en Estados Unidos el Bill of Rights con las primeras 10 enmiendas constitucionales que los reconocieron y que no hicieron desaparecer, sin embargo, el sistema esclavista, que no sería abolido sino por Abraham Lincoln en 1863. Ignorancia de Obama o de Jon Favreau, el ex empleado de una cafetería Starbucks que le redacta sus discursos, según El País del 19 de enero.

6. La llegada de un presidente demócrata a la Casa Blanca pone en entredicho, a pesar de todo, al gobierno panista de Calderón, vinculado estrechamente con los republicanos y a Bush, al PP español y al clero más reaccionario del Vaticano, y obcecado en mantener el modelo neoliberal que ahora el propio Obama cuestiona, y muy probablemente va a ser muy pronto un lastre para el nuevo gobierno estadunidense y sus políticas. La obsesión del presidente espurio de México en defender las estructuras de corrupción que permiten a una minoría de empresarios salinistas y panistas vinculados al narco y situados por encima de la ley detentar el poder, como en generar en el país un escenario de violencia, afectan a la economía de ambos países.

7. El cambio en Washington abre también, sin embargo, nuevos riesgos para México y América Latina. Los halcones estadunidenses, aliados a hombres claves de la extrema derecha latinoamericana, están ya actuado de consuno ante la nueva situación buscando copar las políticas del nuevo presidente estadunidense a fin de orientarlas hacia un mantenimiento del marco estratégico y de los programas de la era Bush, y en este escenario de lucha soterrada que se ha abierto, México es un objetivo central, de ahí la campaña desaforada contra nuestro país.

8. La desconfianza de las derechas hacia Obama son muy grandes también y un ejemplo de ello es el hiperactivismo del ex comandante de la guerrilla salvadoreña Joaquín Villalobos, hombre de confianza de la CIA y asesor de Calderón desde su campaña electoral, quien está multiplicando ahora sus declaraciones sobre la necesidad de que en México la supuesta “guerra contra el narco” se prolongue por muchos años (El País, 15/1/09).

9. La sorda lucha que se está librando en Washington entre los halcones republicanos y la joven generación de políticos que busca construir un nuevo orden y que va a decidir el rumbo del gobierno de Obama, no debe ser, sin embargo, el espacio donde se decida el futuro de nuestro país.

10. El futuro de México se decidió durante décadas aquí y así debe seguir siendo.

Comentarios