La Consigna en tiempos de Crisis
Enrique Cisneros Luján
Ahora si la gente está enojada. Hasta sectores como los pescadores, que casi nunca protestaban están en paro. Los mineros se radicalizan, los maestros, punta de lanza de acciones “contundentes”, crecen en número y organización.
En Oaxaca se prepara un paro estatal para febrero, si, allí donde el seudo gobernador Ulises Ruiz creía que había aniquilado la protesta.
Este viernes cientos de miles de trabajadores protestarán en plazas de todo el país y López Obrador, además de convocar a más protestas, está invitando a la gente a crear casas donde se organice para luchar contra los hambreadores.
Todo eso está bien pero no basta. Como dice Tomás Mojarro “no se le puede pedir al tigre que se haga vegetariano”; no se les puede pedir a los capitalistas que desistan voluntariamente de ser explotadores. Lo más que hacen es dar limosnas y a veces ni eso, pues son tan canallas que las deducen del pago de impuestos.
Está bien la protesta en las calles, la organización en redes u otras formas pero ¿para qué? ¿Para encumbrar a un nuevo dirigente “menos malo”, a uno honesto, pero que no tiene la convicción de luchar para cambiar de raíz el sistema de explotación capitalista? Encumbrar a uno que le ofrece a los poderosos recomponer el sistema tratando de curar el cáncer capitalista con mejorales.
Cuando el sistema entra en crisis, requiere de dirigentes políticos “menos malos”, inclusive “muy buenos”, honestos, Pero no basta. Ahora que el sistema supura hedor israelí que masacra niños, ahora que los burgueses lloran porque sus tasas de ganancia se reducen, es cuando hay que cambiar de métodos.
No se trata de infiltrarse en una marcha y romper una vidriera, atrayendo la represión a quienes no preparados, dan la cara, o a los que desesperados se suman a las protestas espontaneas no decididas por los colectivos.
En un principio hay que confrontar como lo hacen los maestros: afectando el buen funcionamiento de la maquinaria capitalista, cerrando carreteras, impidiendo el buen funcionamiento de los aparatos burocráticos del estado, encontrando formas de pegarle al capitalista donde le duele: en su bolsillo.
Que bueno que López Obrador organice espacios de reunión, pero que sea para estudiar, para formarse ideológicamente, no para juntarse y plantearse servir de escalera para que funcionarios honestos ganen elecciones. Es preciso que esas casas sirvan para aprender las formas de lucha que realmente afectan al enemigo de clase.
No se trata de tomar las armas o irse a ensartar en las bayonetas del enemigo. No. Por el contrario, hay que aprender a golpear sin ser golpeado, a rescatar a los compañeros que el enemigo tiene en las cárceles, a juntarse para ser fuertes y poder realmente confrontar, ganando, avanzando, creando poder popular, recuperando territorio, sentando las bases de la cultura del futuro, pero vivida hoy: la cultura revolucionaria.
Todo esto implica romper los marcos legaloides. No se trata de ser ilegal por serlo, hay que aprovechar las oportunidades que da la crisis para acuerparse, para romper con las protestas que el enemigo ya tiene asimiladas,
Aunque parezca dogma, no hay que olvidar que hay una lucha, una batalla de una clase contra otra, en la que nada cambiará mientras los medios de producción sigan siendo de unos cuantos particulares, dónde los medios de comunicación masiva sigan al servicio de la mediocridad, donde los gobernantes solo sirvan a los poderosos.
Todo esto implica ser creativo, imaginativo y encontrar formas para golpear al enemigo. Y desde luego que nada de esto tiene que ver con la legalidad democrático-burguesa.
Enrique Cisneros Luján
Ahora si la gente está enojada. Hasta sectores como los pescadores, que casi nunca protestaban están en paro. Los mineros se radicalizan, los maestros, punta de lanza de acciones “contundentes”, crecen en número y organización.
En Oaxaca se prepara un paro estatal para febrero, si, allí donde el seudo gobernador Ulises Ruiz creía que había aniquilado la protesta.
Este viernes cientos de miles de trabajadores protestarán en plazas de todo el país y López Obrador, además de convocar a más protestas, está invitando a la gente a crear casas donde se organice para luchar contra los hambreadores.
Todo eso está bien pero no basta. Como dice Tomás Mojarro “no se le puede pedir al tigre que se haga vegetariano”; no se les puede pedir a los capitalistas que desistan voluntariamente de ser explotadores. Lo más que hacen es dar limosnas y a veces ni eso, pues son tan canallas que las deducen del pago de impuestos.
Está bien la protesta en las calles, la organización en redes u otras formas pero ¿para qué? ¿Para encumbrar a un nuevo dirigente “menos malo”, a uno honesto, pero que no tiene la convicción de luchar para cambiar de raíz el sistema de explotación capitalista? Encumbrar a uno que le ofrece a los poderosos recomponer el sistema tratando de curar el cáncer capitalista con mejorales.
Cuando el sistema entra en crisis, requiere de dirigentes políticos “menos malos”, inclusive “muy buenos”, honestos, Pero no basta. Ahora que el sistema supura hedor israelí que masacra niños, ahora que los burgueses lloran porque sus tasas de ganancia se reducen, es cuando hay que cambiar de métodos.
No se trata de infiltrarse en una marcha y romper una vidriera, atrayendo la represión a quienes no preparados, dan la cara, o a los que desesperados se suman a las protestas espontaneas no decididas por los colectivos.
En un principio hay que confrontar como lo hacen los maestros: afectando el buen funcionamiento de la maquinaria capitalista, cerrando carreteras, impidiendo el buen funcionamiento de los aparatos burocráticos del estado, encontrando formas de pegarle al capitalista donde le duele: en su bolsillo.
Que bueno que López Obrador organice espacios de reunión, pero que sea para estudiar, para formarse ideológicamente, no para juntarse y plantearse servir de escalera para que funcionarios honestos ganen elecciones. Es preciso que esas casas sirvan para aprender las formas de lucha que realmente afectan al enemigo de clase.
No se trata de tomar las armas o irse a ensartar en las bayonetas del enemigo. No. Por el contrario, hay que aprender a golpear sin ser golpeado, a rescatar a los compañeros que el enemigo tiene en las cárceles, a juntarse para ser fuertes y poder realmente confrontar, ganando, avanzando, creando poder popular, recuperando territorio, sentando las bases de la cultura del futuro, pero vivida hoy: la cultura revolucionaria.
Todo esto implica romper los marcos legaloides. No se trata de ser ilegal por serlo, hay que aprovechar las oportunidades que da la crisis para acuerparse, para romper con las protestas que el enemigo ya tiene asimiladas,
Aunque parezca dogma, no hay que olvidar que hay una lucha, una batalla de una clase contra otra, en la que nada cambiará mientras los medios de producción sigan siendo de unos cuantos particulares, dónde los medios de comunicación masiva sigan al servicio de la mediocridad, donde los gobernantes solo sirvan a los poderosos.
Todo esto implica ser creativo, imaginativo y encontrar formas para golpear al enemigo. Y desde luego que nada de esto tiene que ver con la legalidad democrático-burguesa.
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