Laura Itzel Castillo/ En concreto
El día de ayer se celebró un mitin frente a las instalaciones de Televisa Chapultepec, encabezado por Andrés Manuel López Obrador y el movimiento en defensa de la economía popular.
Pero, ¿por qué en Televisa? Porque esta empresa, violando el título de concesión que le fue otorgado, utiliza un bien público propiedad de la nación —el espacio radioeléctrico en que opera— para agredir, ocultar, mentir y manipular.
De soldado del PRI —como la definió Emilio Azcárraga Milmo—, la empresa pasó a ser un poder fáctico capaz de arrodillar a casi toda la clase política (recordar la tristemente célebre Ley Televisa). Su hijo, heredero del trono, cree tener más poder que el Estado.
La política editorial de Televisa no sólo carece de ética, sino incurre en ilícitos. Por ello, la movilización de ayer tiene por objeto exigir a la empresa que cumpla su obligación legal de garantizar la libertad de expresión, el derecho a la información y de réplica.
Ese es el primer paso. Después, debemos de exigir que cese el duopolio televisivo y que el espacio radioeléctrico se abra a nuevas opciones. Para que el lector se dé una idea, México es el país de mayor concentración mediática del mundo. En el país existen 361 estaciones de televisión comercial y 94% de ellas son propiedad de Televisa y Televisión Azteca.
Giovanni Sartori, el politólogo italiano galardonado en 2005 con el Premio Príncipe de Asturias, publicó en 1997 el libro Homo videns, donde aborda el papel que desempeñan los medios de comunicación en nuestra sociedad. Especialmente analiza la función de la televisión y su capacidad para percibir, transformar y deformar la realidad. En ese contexto, a nadie debe de sorprenderle el mitin de ayer en Chapultepec 18, ni tampoco la boba campaña emprendida por Televisa en torno de la crisis económica que estamos viviendo.
A punta de spots, los “artistas exclusivos de Televisa” exhortan al pueblo para que, en medio de la crisis, le echen ganas y no tengan miedo ante lo que se avecina. “Con un gran beso a tus hijos”, Gloria Trevi los manda a estudiar; y frente al desempleo, que alcanza los índices más altos de la historia, la empresa aconseja: “Tú te vas a partir el alma trabajando”.
¿Para qué quieren un programa anticrisis si pueden tapar el sol con tantas “estrellas”? Bueno, eso es lo que ellos creen. Pero se equivocan una vez más.
Ubiquemos claramente a los responsables, que no son solamente López Dóriga o Carlos Loret de Mola. Ellos son empleados y reciben órdenes. Los culpables son sus jefes: Emilio Azcárraga, presidente del Consejo de Administración de Televisa, y los consejeros Asunción Aramburuzabala, Pedro Aspe Armella, Julio Barba, Jorge Cutillas, Claudio X González, Roberto Hernández y Lorenzo Zambrano.
El día de ayer se celebró un mitin frente a las instalaciones de Televisa Chapultepec, encabezado por Andrés Manuel López Obrador y el movimiento en defensa de la economía popular.
Pero, ¿por qué en Televisa? Porque esta empresa, violando el título de concesión que le fue otorgado, utiliza un bien público propiedad de la nación —el espacio radioeléctrico en que opera— para agredir, ocultar, mentir y manipular.
De soldado del PRI —como la definió Emilio Azcárraga Milmo—, la empresa pasó a ser un poder fáctico capaz de arrodillar a casi toda la clase política (recordar la tristemente célebre Ley Televisa). Su hijo, heredero del trono, cree tener más poder que el Estado.
La política editorial de Televisa no sólo carece de ética, sino incurre en ilícitos. Por ello, la movilización de ayer tiene por objeto exigir a la empresa que cumpla su obligación legal de garantizar la libertad de expresión, el derecho a la información y de réplica.
Ese es el primer paso. Después, debemos de exigir que cese el duopolio televisivo y que el espacio radioeléctrico se abra a nuevas opciones. Para que el lector se dé una idea, México es el país de mayor concentración mediática del mundo. En el país existen 361 estaciones de televisión comercial y 94% de ellas son propiedad de Televisa y Televisión Azteca.
Giovanni Sartori, el politólogo italiano galardonado en 2005 con el Premio Príncipe de Asturias, publicó en 1997 el libro Homo videns, donde aborda el papel que desempeñan los medios de comunicación en nuestra sociedad. Especialmente analiza la función de la televisión y su capacidad para percibir, transformar y deformar la realidad. En ese contexto, a nadie debe de sorprenderle el mitin de ayer en Chapultepec 18, ni tampoco la boba campaña emprendida por Televisa en torno de la crisis económica que estamos viviendo.
A punta de spots, los “artistas exclusivos de Televisa” exhortan al pueblo para que, en medio de la crisis, le echen ganas y no tengan miedo ante lo que se avecina. “Con un gran beso a tus hijos”, Gloria Trevi los manda a estudiar; y frente al desempleo, que alcanza los índices más altos de la historia, la empresa aconseja: “Tú te vas a partir el alma trabajando”.
¿Para qué quieren un programa anticrisis si pueden tapar el sol con tantas “estrellas”? Bueno, eso es lo que ellos creen. Pero se equivocan una vez más.
Ubiquemos claramente a los responsables, que no son solamente López Dóriga o Carlos Loret de Mola. Ellos son empleados y reciben órdenes. Los culpables son sus jefes: Emilio Azcárraga, presidente del Consejo de Administración de Televisa, y los consejeros Asunción Aramburuzabala, Pedro Aspe Armella, Julio Barba, Jorge Cutillas, Claudio X González, Roberto Hernández y Lorenzo Zambrano.
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