Nula credibilidad

Índice Político / Francisco Rodríguez

Para Lupita, in memoriam

LA ADMINISTRACIÓN CALDERONISTA
ha desplegado inusitados esfuerzos para difundir en los espacios periodísticos tradicionales, aquellos que aplauden hasta sus errores, que como nunca hay transparencia en la información que surge en torno al "avionazo" en el que perdieron la vida más de una docena de mexicanos, entre aquellos que viajaban en el aparato y los –hasta ahora menospreciados-- que tuvieron la mala suerte de estar en el lugar y el momento de la misteriosa caída del aparato.

Luis Téllez es quien más insiste en la versión del "accidente". Pero nadie cree.

En las calles, oficinas, comercios, restaurantes, cafeterías, a bordo de los taxis, en todas partes se habla de un atentado y de muchas versiones que, cada cual, habría sido exitosa al conseguir su objetivo.

Está ahí la de los helicópteros que, de hecho, flanqueaban al avión en el que viajaban los ahora fallecidos funcionarios de la administración federal…

Otra adaptación: la del "noveno pasajero" que, dicen, habría cobrado la vida del piloto y copiloto de la aeronave disparándoles o incluso degollándolos…

También la del lo jack que, con la tecnología del adminículo que se coloca en los automóviles para evitar que se desplacen cuando se reportan robados, habría cortado el suministro de combustible y, por ende, provocado el desplome del Lear jet…

Por supuesto, la que "explica" el desastre con la colocación de un francotirador en alguno de los rascacielos que, en esa área, bordean al viaducto denominado Periférico…

En la "transparencia" de la administración nadie cree.

Razones para que así suceda hay de sobra. Ninguna de las súbitas muertes de personajes de renombre, en las últimas dos décadas, ha sido resuelta a satisfacción de la demanda popular.

La falta de credibilidad es producto de la ausencia de gobernabilidad. Y viceversa: la deficiente gobernabilidad, produce incredulidad.

Así que por más que se esfuercen quienes escriben en los espacios tradicionales en señalar que, ahora sí, qué bueno, la información fluye desde la Administración, la verdad es que el contribuyente medio nada más no responde a tan tremendos y, repito, inusitados esfuerzos.

Nadie cree en los funcionarios de la Administración que tratan de explicar y, sobre todo, de exculpar su responsabilidad.

El mismo señor Calderón abona en la suspicacia ciudadana. Como se ha citado en otros espacios, ha eludido hablar de accidente –también, por supuesto, de atentado--, y se refiere al trágico evento sólo cual tragedia.

Y más aún, ha dado tratamiento de héroes a algunas de las víctimas, a quienes se han rendido honores patrios en el Campo Militar, lo que en automático hace suponer que se trata de víctimas de un ataque y no de la torpeza o serie de torpezas que desencadenan un accidente.

Nadie cree. A eso nos ha llevado la ausencia de legitimidad en los procesos comiciales, la extendida corrupción que invariablemente queda impune, y el que cada vez más haya una diferenciación por clases sociales entre los mexicanos.

Porque hasta en la muerte de los colaboradores del señor Calderón se marcaron esas diferencias. Hubo muertos de primera, en una funeraria privada… de segunda, en instalaciones militares… y de tercera, de quienes no se supo dónde ni cuando se celebraron sus honras fúnebres.

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