John Saxe-Fernández
http://jsaxef.blogspot.com
Mientras el 4 de noviembre se realizaban los comicios en Estados Unidos, el New York Times advirtió al electorado sobre los graves riesgos que entrañan los 77 días que faltan para el comienzo del nuevo gobierno, en manos de Bush, Cheney y compañía. La admonición, vertida en un insólito editorial institucional –“Tan poco tiempo, tanto daño” (p. A/34)– denuncia medidas que, como “bola de demolición”, son lanzadas en lo que resta a ese lamentable régimen que padece el mundo, en particular las familias de más de 1.2 millones de muertos iraquíes, una ocupación y carnicería que Bush desea prolongar tres años más. La camarilla de los grandes monopolios en la Casa Blanca busca ropajes jurídico-temporales para tapar sus crímenes de guerra e intenta cerrar espacios y colocar candados.
La letanía de desgracias que Bush intenta legar a su sucesor mencionadas por el NYT, en modo alguno exhaustiva, incluye cambios en reglas y otras medidas que se agregan a un cúmulo de leyes, violaciones constitucionales y de derecho penal internacional como la Ley Patriota; la abrogación de la ley Posse Comitatus de 1878, que prohíbe al Ejecutivo el uso de las fuerzas armadas en territorio nacional; la nueva Ley Marcial, que otorga poderes al Ejecutivo, como el uso de la Guardia Nacional sin autorización de gobernadores y legislaturas estatales; la suspensión del habeas corpus, todo ello –y mucho más– gestado bajo el arrastre del 11/9, aprovechado, además, para justificar la agresión y ocupación petromilitar de Irak y Afganistán.
Como en la Alemania nazi, también en Estados Unidos el funcionamiento del orden jurídico, a nivel nacional e internacional, se sustenta en el estado de excepción, confundiendo la excepción con la regla: “todavía no conocemos todas las formas en que el gobierno ha violado los derechos ciudadanos con la excusa de luchar contra el terrorismo”, dice el NYT al revelar que el fiscal Michael Mukasey lanzó nuevas reglas para permitir que agentes de la FBI utilicen temerarias técnicas violatorias de la privacidad para obtener información, “aun si no hay evidencia de fechoría”. Se avala el uso de espías “para infiltrar a grupos legales, dedicarse a la vigilancia física prolongada y mentir acerca de su identidad al realizar interrogatorios a los vecinos, familiares o compañeros de trabajo” de algún inocente “sospechoso”, así como el uso de éstas y otras técnicas de vigilancia en grupos identificados por su raza, etnia o religión.
En giro reciente, Bush se retractó y decidió no cerrar Guantánamo y además insiste en arrebatarle a los venezolanos soberanía y petróleo mediante un golpe contra Chávez, luego de las elecciones regionales que se realizarán en Venezuela el 23 de noviembre. El periodista José Rangel informa de las actividades de oficiales de Estados Unidos para entrenar “a personas de la oposición en tácticas subversivas”. Los operativos en Guantánamo y Venezuela son expresión del tumulto de “desechos innobles” que deja Bush a Obama en las cloacas de la burocracia de seguridad. Otro objetivo suyo: debilitar normas para limpiar aire, agua y proteger especies en riesgo de extinción, todo a favor de monopolios petroleros, mineros, del carbón y químico-farmacéuticos.
En septiembre se tomaron “pasos perturbadores” para restaurar la condonación de impuestos a bancos que incurrieron en grandes pérdidas por otorgar préstamos chatarra. Dice el NYT que JP Morgan Chase y otras firmas “planean usar el rescate para realizar fusiones y compras, transacciones muy beneficiadas por el nuevo subsidio impositivo”. El alcahueteo de los talibanes de las finanzas fue llevado al G-20 bajo el principio bushiano de, como dice Elmar Altvater, “sacar buenos dineros de la mierda chorreante”, un sueño de alquimistas medievales que trataron de convertir “materiales innobles en reluciente oro”.
En el interregno Bush, Paulson y Bernanke se esfuerzan por convertir el colapso económico en un desastre peor que la Gran Depresión.
http://jsaxef.blogspot.com
Mientras el 4 de noviembre se realizaban los comicios en Estados Unidos, el New York Times advirtió al electorado sobre los graves riesgos que entrañan los 77 días que faltan para el comienzo del nuevo gobierno, en manos de Bush, Cheney y compañía. La admonición, vertida en un insólito editorial institucional –“Tan poco tiempo, tanto daño” (p. A/34)– denuncia medidas que, como “bola de demolición”, son lanzadas en lo que resta a ese lamentable régimen que padece el mundo, en particular las familias de más de 1.2 millones de muertos iraquíes, una ocupación y carnicería que Bush desea prolongar tres años más. La camarilla de los grandes monopolios en la Casa Blanca busca ropajes jurídico-temporales para tapar sus crímenes de guerra e intenta cerrar espacios y colocar candados.
La letanía de desgracias que Bush intenta legar a su sucesor mencionadas por el NYT, en modo alguno exhaustiva, incluye cambios en reglas y otras medidas que se agregan a un cúmulo de leyes, violaciones constitucionales y de derecho penal internacional como la Ley Patriota; la abrogación de la ley Posse Comitatus de 1878, que prohíbe al Ejecutivo el uso de las fuerzas armadas en territorio nacional; la nueva Ley Marcial, que otorga poderes al Ejecutivo, como el uso de la Guardia Nacional sin autorización de gobernadores y legislaturas estatales; la suspensión del habeas corpus, todo ello –y mucho más– gestado bajo el arrastre del 11/9, aprovechado, además, para justificar la agresión y ocupación petromilitar de Irak y Afganistán.
Como en la Alemania nazi, también en Estados Unidos el funcionamiento del orden jurídico, a nivel nacional e internacional, se sustenta en el estado de excepción, confundiendo la excepción con la regla: “todavía no conocemos todas las formas en que el gobierno ha violado los derechos ciudadanos con la excusa de luchar contra el terrorismo”, dice el NYT al revelar que el fiscal Michael Mukasey lanzó nuevas reglas para permitir que agentes de la FBI utilicen temerarias técnicas violatorias de la privacidad para obtener información, “aun si no hay evidencia de fechoría”. Se avala el uso de espías “para infiltrar a grupos legales, dedicarse a la vigilancia física prolongada y mentir acerca de su identidad al realizar interrogatorios a los vecinos, familiares o compañeros de trabajo” de algún inocente “sospechoso”, así como el uso de éstas y otras técnicas de vigilancia en grupos identificados por su raza, etnia o religión.
En giro reciente, Bush se retractó y decidió no cerrar Guantánamo y además insiste en arrebatarle a los venezolanos soberanía y petróleo mediante un golpe contra Chávez, luego de las elecciones regionales que se realizarán en Venezuela el 23 de noviembre. El periodista José Rangel informa de las actividades de oficiales de Estados Unidos para entrenar “a personas de la oposición en tácticas subversivas”. Los operativos en Guantánamo y Venezuela son expresión del tumulto de “desechos innobles” que deja Bush a Obama en las cloacas de la burocracia de seguridad. Otro objetivo suyo: debilitar normas para limpiar aire, agua y proteger especies en riesgo de extinción, todo a favor de monopolios petroleros, mineros, del carbón y químico-farmacéuticos.
En septiembre se tomaron “pasos perturbadores” para restaurar la condonación de impuestos a bancos que incurrieron en grandes pérdidas por otorgar préstamos chatarra. Dice el NYT que JP Morgan Chase y otras firmas “planean usar el rescate para realizar fusiones y compras, transacciones muy beneficiadas por el nuevo subsidio impositivo”. El alcahueteo de los talibanes de las finanzas fue llevado al G-20 bajo el principio bushiano de, como dice Elmar Altvater, “sacar buenos dineros de la mierda chorreante”, un sueño de alquimistas medievales que trataron de convertir “materiales innobles en reluciente oro”.
En el interregno Bush, Paulson y Bernanke se esfuerzan por convertir el colapso económico en un desastre peor que la Gran Depresión.
Comentarios