No hay gobierno que gobierne

Julio Pomar

Ya braman los plumíferos defensores de Calderón Hinojosa, contra el joven que le gritó “¡espurio!” en la entrega de reconocimientos a estudiantes distinguidos, realizada el viernes 3 de octubre en Palacio Nacional.

Ya braman porque suponen, con argucia cretinamente retorcida, que se trata de un “agente encubierto” del obradorismo para hacerle daño al que llegó a ocupar Los Pinos por obra del fraude electoral. Sin pensar --aunque es dudoso que tales plumíferos siquiera piensen-- que el descrédito del panista michoacano es tan grande, por las trampas electorales del 2006, las del “háiga sido como háiga sido”, proseguidas con su obra de desgobierno, que forzosamente ha debido permear a todas las capas de la población, en todas las edades.

Ese viernes ocurrió en Palacio que cuando Calderón pronunciaba un ditirambo más sobre la democracia que él no ha respetado, al no respetar el voto popular en el 2006, ese joven de 18 años de edad, llamado Andrés Gómez Emilsson, lo increpó gritándole “¡espurio!”, lo que ocasionó que prestísimos miembros del Estado Mayor Presidencial lo sacaran del recinto y lo detuvieran.

Como Calderón, repuesto de la interrupción a su parrafada “democrática”, replicase que a diferencia de 1968, “uno de los momentos más tristes” de la historia, ahora hay libertad y “se pueden dar espectáculos como éste”, ya que México, “como se acaba de ver nuevamente, tiene espacios de libertad y tolerancia que entonces hubieran sido inimaginables”, hubo otra voz en el auditorio que exclamó: “¡no hay libertad en este país, no hay libertad!”, también de otro joven, de nombre Marco Virgilio Jiménez Santiago, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, quien igualmente fue detenido por miembros del mismo EMP quienes lo sacaron del auditorio.

El primero, Andrés Gómez Emilsson, momentos antes del incidente había recibido de manos de Calderón el Premio Nacional de la Juventud por sus altas calificaciones --de nivel internacional-- en matemáticas, en tanto que el segundo, Marco Jiménez, estaba entre los invitados. Ambos fueron llevados a una oficina del EMP y de ahí remitidos a la Agencia 33 del Ministerio Público, donde después de dos horas reaparecieron liberados, porque la presidencia se desistió de toda acción contra ellos, pues no había razón para ningún castigo.

Este es un hecho que no resultó de gravedad en cuanto a la integridad física de los dos jóvenes, pero revela el inevitable automatismo militar con que actúan los miembros del Estado Mayor Presidencial, que rodean con exceso a un temeroso Felipe Calderón. Pero también revela el grado de inconformidad que ha acumulado Calderón con su desgobierno del país. Largos párrafos serían necesarios para reseñar este desgobierno, pero está a la vista de todos. Fracaso de Calderón en casi todo, desde su llegada fraudulenta al cargo presidencial, hasta el intento de privatizar Pemex, pasando por la inflación, la fallida lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, el fracaso de la política de empleos (de quien se autotituló que sería el “presidente del empleo” y no ha pasado de ser un prosaico “presidente de los empleadores”), etc.

Ese hecho se suma a otro, de distinta índole, de parte de un dirigente campesino indígena (popoluca) veracruzano, Ramiro Guillén Tapia, dirigente del comité regional Pro Defensa de los Derechos Humanos del Sur de Veracruz, quien cuatro días antes se incineró con gasolina en el centro de Xalapa, ante el palacio de gobierno --y después murió-- como protesta por la cerrazón del gobierno priísta de ese estado a resolver un litigio por 200 hectáreas que reclaman ejidatarios del municipio de Sotepan, enfrentado a otro grupo campesino que también reclama esas tierras. O sea, ante la sordera gubernamental veracruzana, que es similar a la que priva en otras regiones y sectores de la vida nacional, tanto a nivel federal como también estatal --tal como el atroz conflicto minero, que ya cumplió más de dos años y medio sin soluciones-- la gente empieza a desesperarse y a actuar de manera descontrolada, o a protestar airadamente.

No se pueden descartar renovadas protestas sin control de esta naturaleza, ante el desgobierno panista del país, que contamina otros espacios no panistas, donde el común denominador es la sordera o cerrazón de autoridades a resolver problemas populares. Que también sufren otros sectores, señaladamente el de los periodistas, donde no ha habido una sola detención de autores de atentados contra los informadores, lo que ha convertido a nuestro país, sin estar en guerra formal, en el principal aportante de víctimas periodísticas en el mundo.

Pero si desde el gobierno federal se practica desde su origen, con el fraude electoral en 2006, la violación desvergonzada y crasa del estado de derecho, no es posible impedir que a otros niveles también se produzcan hechos de ilegalidad, los cuales provocan reacciones airadas crecientes entre quienes, como los estudiantes protestatarios y el campesino auto inmolado, reciben el siniestro estímulo de que en México no hay gobierno que gobierne, sino gobierno que solapa transas e impunidades.

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