Teodoro Rentería Arróyave
El que dude del voto diferenciado y del sufragio que sabe premiar o castigar en México, no sabe de la realidad de nuestro país. Eso es lo que está ocurriendo en los tiempos actuales, difíciles por todos conceptos, puesto que se aúnan la crisis de inseguridad pública con la no menos grave de la crisis económica.
Las elecciones para renovar los 77 municipios y los 28 distritos electorales del sureño estado de Guerrero, uno de los más conflictivos de la República Mexicana, prueban el aserto.
En manos la entidad, por decisión de la ciudadanía, del Partido de la Revolución Democrática, PRD, ahora lo pierde todo por una sola y fundamental razón: haberle regalado la gubernatura a un representante de la derecha empresarial, Zeferino Torre Blanca.
Como era obvio, los únicos que no se percataron de ello o se negaron a ver la realidad, fueron los integrantes de la dirigencia del partido de izquierda más importante de la nación. Usted amable lector o radioescucha se preguntará: ¿el porqué de esta situación? Porque el PRD se ha perdido en sus ansias absurdas de ganar posiciones de poder.
El Partido Revolucionario Institucional, prácticamente ha recobrado su antiguo bastión, y sigue acumulando triunfos en todo el país, rumbo a las elecciones del 2009, las de mitad de sexenio, que renuevan el Congreso de la Unión, y desde luego las presidenciales del 2012.
Para darnos cuenta de la importancia a futuro del triunfo del PRI, es de observarse que los municipios más importantes de Guerrero se los arrebató, por decisión del voto popular tanto al PRD, como al partido en el poder, Acción Nacional, PAN.
Las “joyas de la corona”: Acapulco, el centro turístico y económico por antonomasia del país; Chilpancingo, capital del estado; Iguala, corazón de la Bandera Nacional, y Taxco, la ciudad cultural por excelencia, son ahora del Revolucionario Institucional.
Para tener una idea mas exacta del desastre que provocó el gobernador Torre Blanca, disfrazado de izquierdista, es de exponer que el PRI ganó en 45 municipios, el PRD en sólo 24, PAN, apenas si obtuvo 4, dos el Verde, dos Convergencia y 3 una alianza del Partido del Trabajo y Convergencia.
En lo que respecta a la composición del próximo Congreso estatal, el PRI se impuso en 13 distritos al igual que el PRD, el PAN en uno al igual que el del trabajo.
La decisión ha sido tomada, y aunque hay patadas de ahogada de un tal Luis Walton, no del PRD, sino de Convergencia, que apoyó su compadre disque perredista, el gobernador Zeferino, la verdad es que ya nadie le puede cuestionar el triunfo al candidato priísta, Manuel Añorve, quien vuelve por sus fueros con un futuro promisorio. Ya antes fue edil de Acapulco y candidato al gobierno de Guerrero. La mismísima candidata del PRD, Gloria Sierra, admitió su derrota.
En conclusión, el PRI arrasa en Guerrero, el derrotado es el PRD por culpa de su gobernador acreditado de izquierdista, con la anuencia de una dirigencia peleada y desintegrada, y el PAN, al sótano como era obvio, al padecer los mexicanos de dos sexenios panistas, que no han aprendido a gobernar y mucho menos a cumplir con sus promesas de campaña.
El que dude del voto diferenciado y del sufragio que sabe premiar o castigar en México, no sabe de la realidad de nuestro país. Eso es lo que está ocurriendo en los tiempos actuales, difíciles por todos conceptos, puesto que se aúnan la crisis de inseguridad pública con la no menos grave de la crisis económica.
Las elecciones para renovar los 77 municipios y los 28 distritos electorales del sureño estado de Guerrero, uno de los más conflictivos de la República Mexicana, prueban el aserto.
En manos la entidad, por decisión de la ciudadanía, del Partido de la Revolución Democrática, PRD, ahora lo pierde todo por una sola y fundamental razón: haberle regalado la gubernatura a un representante de la derecha empresarial, Zeferino Torre Blanca.
Como era obvio, los únicos que no se percataron de ello o se negaron a ver la realidad, fueron los integrantes de la dirigencia del partido de izquierda más importante de la nación. Usted amable lector o radioescucha se preguntará: ¿el porqué de esta situación? Porque el PRD se ha perdido en sus ansias absurdas de ganar posiciones de poder.
El Partido Revolucionario Institucional, prácticamente ha recobrado su antiguo bastión, y sigue acumulando triunfos en todo el país, rumbo a las elecciones del 2009, las de mitad de sexenio, que renuevan el Congreso de la Unión, y desde luego las presidenciales del 2012.
Para darnos cuenta de la importancia a futuro del triunfo del PRI, es de observarse que los municipios más importantes de Guerrero se los arrebató, por decisión del voto popular tanto al PRD, como al partido en el poder, Acción Nacional, PAN.
Las “joyas de la corona”: Acapulco, el centro turístico y económico por antonomasia del país; Chilpancingo, capital del estado; Iguala, corazón de la Bandera Nacional, y Taxco, la ciudad cultural por excelencia, son ahora del Revolucionario Institucional.
Para tener una idea mas exacta del desastre que provocó el gobernador Torre Blanca, disfrazado de izquierdista, es de exponer que el PRI ganó en 45 municipios, el PRD en sólo 24, PAN, apenas si obtuvo 4, dos el Verde, dos Convergencia y 3 una alianza del Partido del Trabajo y Convergencia.
En lo que respecta a la composición del próximo Congreso estatal, el PRI se impuso en 13 distritos al igual que el PRD, el PAN en uno al igual que el del trabajo.
La decisión ha sido tomada, y aunque hay patadas de ahogada de un tal Luis Walton, no del PRD, sino de Convergencia, que apoyó su compadre disque perredista, el gobernador Zeferino, la verdad es que ya nadie le puede cuestionar el triunfo al candidato priísta, Manuel Añorve, quien vuelve por sus fueros con un futuro promisorio. Ya antes fue edil de Acapulco y candidato al gobierno de Guerrero. La mismísima candidata del PRD, Gloria Sierra, admitió su derrota.
En conclusión, el PRI arrasa en Guerrero, el derrotado es el PRD por culpa de su gobernador acreditado de izquierdista, con la anuencia de una dirigencia peleada y desintegrada, y el PAN, al sótano como era obvio, al padecer los mexicanos de dos sexenios panistas, que no han aprendido a gobernar y mucho menos a cumplir con sus promesas de campaña.
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