Mecánica imaginaria de un saqueo

Francisco Rodríguez / Índice Político

IMAGÍNESE COMO EL
mero mero de una cadena de supermercados que abarque todo un territorio nacional. El Chief Executive Office o CEO, para que mejor me entienda usted.

Imagínese a la cabecera de una enorme y bien iluminada sala de juntas rodeado de su personal de confianza, tomando graves decisiones que redundarán en el buen funcionamiento de la compañía, en el rendimiento del que usted es responsable ante los accionistas y, claro, rentables a usted y a quienes le acompañan en la diaria aventura de llevar el timón de una nave que destaca entre las demás, todas más pequeñas, de la flota.

Imagínese, seguro de sí mismo, anunciando a su directorio la posesión de exclusivísima información privilegiada, obtenida la mañana del domingo anterior mientras en el club jugaba golf con uno de los personajes más importantes de las finanzas públicas de ese ficticio país que su fantasía haya creado.

Imagínese ahora hablando a sus colaboradores, confiándoles la información privilegiada:

-- Es cuestión de semanas, pero la devaluación de la moneda es un hecho…

Imagínese –y saboree-- la cara de sorpresa de los demás miembros de su board que, como el resto de los habitantes de ese país producto de sus ensoñaciones, se han creído a pie juntillas los discursos de los políticos donde se habla de la fortaleza de la unidad monetaria, los blindajes financieros y hasta las enormes perspectivas de desarrollo económico.

Imagínese ahora preguntándoles, "¿cómo nos dolarizamos?"

Imagínese escuchando todo tipo de propuestas, que en nada coinciden con la que en su cacumen, entrenado en las mejores universidades de la Ivy League y hasta en la London School of Economics, ya lleva usted preparada.

-- Dejen de pagar a los proveedores y así hasta ayudamos a mis amigos a que no haya circulante y no se incremente la inflación.

Imagínese los ojos cuadrados de quienes, admirados, le confirman a su ego el porqué es usted el mero mero, el CEO, el jefe de jefes, el chin…

Imagínese ahora como en un periquete las arcas de la tesorería de su cadena de supermercados se abultan, expanden, se desparraman.

Imagínese ahora, pasado un mes y luego de un telefonema a su amigo confirmando fecha para un nuevo encuentro golfístico –en realidad para corroborar la proximidad de la fecha de la devaluación--, dando la orden:

-- Ahora sí, con el dinero que deberíamos haber pagado a los distribuidores, compren todos los dólares que haya en el mercado.

Imagínese, como en las películas, bajo un rapidísimo movimiento de nubes que en este caso ocultarán las quejas, gritos y sombrerazos de productores agrícolas, pequeños y medianos industriales, protestando por la falta de pago de las mercancías ya entregadas y vendidas a los consumidores.

Imagínese ahora dando la orden de vender los billetes verdes.

Imagínese, en medio de un festejo, contando sus ganancias. Ahora sí podrá comprar el depa que su mujer le ha demandado en el mejor club de golf citadino. Ahora sí, con "lana" suficiente para el próximo retiro.

Imagínese dando una lección a sus colaboradores:

-- Compramos a 10… vendimos a 14… Buen negocio en sólo dos meses y no nos costó un centavo…

Imagínese la cara de felicidad de los "patrones" en Arkansas…

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