Por Jesús Anaya Rosique
Carlos Monsiváis: “Lo inexplicable de lo sucedido en Tlatelolco, es lo explicable de la necesidad de dominio de una clase en el poder”. En escuelas, plazas y avenidas, escenarios de una urbe que ya rebasaba los cuatro millones, estalló la algarabía de miles de jóvenes que rechazaban el orden inicuo, enfrentados un dilema hamletiano: “¿democracia o revolución?” (40 años después, ninguna revolución y poca democracia...).
En el aire del tiempo quedaron suspendidas las consignas del 68: ”¡Libertad a los presos políticos!” (o la continuidad de las luchas sociales: julio, “una chispa puede incendiar la pradera”);”¡A esa mano tendida, háganle la prueba de la parafina!”;”¡Pueblo, no nos abandones / únete pueblo!”;”¡Diálogo público!” (la utopía de la democracia directa: una intuición materializada 12 años después en la lucha de los obreros polacos);”¡Prensa vendida!” (constatación unánime matizada por una manta en el Club de Periodistas: ”¡No todos!”); la comuna de Topilejo (agosto o el verano de nuestro descontento); el informe de GDO:”…hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos” (septiembre negro o el lenguaje de plomo); …y octubre cruel: “Al día siguiente, nadie” (Rosario Castellanos, Memorial de Tlatelolco). La multitud de voces y el retumbar de miles de pasos (de las manifestaciones del 5, 13 y 27 de agosto y la conquista del Zócalo a la marcha del silencio del 13 de septiembre), fueron brutalmente sofocados por la metralla militar (de Tlatelolco 68 a Tiananmen 89). “Un país herido” (1968-…):”2 de octubre no se olvida” (o el compromiso político del recuerdo); “Tiembla burguesía porque te quedan pocos milenios de vida…”
2. Si un joven quisiera entender hoy qué sucedió ese año “axial” (pero tan lejano ya para las nuevas generaciones), ¿cuáles libros lo acercarían a una visión crítica? Señalaremos sucintamente sólo los que hoy siguen en librerías (y tal vez en algunas bibliotecas): Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de México: julio-diciembre de 1968 (Era, México 1969): día a día, relación de hechos (complementado con: Aurora Cano A., comp., 1968: antología periodística, UNAM, México 1993); Carlos Monsiváis, Días de guardar (Era, México 1970): implacable radiografía del poder autoritario, su responsabilidad criminal y sus rituales; Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco (Era, México 1971): insuperado collage de testimonios originales; E. Valle E., R. Álvarez G. y J. Revueltas, Los procesos de México’68. Tiempo de hablar. Proceso 272/68. Alegatos de defensa (Editorial Estudiantes, México 2008, 3ª ed.): documenta la sumisión del poder judicial a la presidencia criminal; Carlos Montemayor, “Rehacer la historia: 2 de octubre, Tlatelolco”, en La guerrilla recurrente (Debate, México 2007, pp. 159-231): riguroso análisis de archivos oficiales y fílmicos que demuestra el designio homicida de Díaz Ordaz y sus jefes militares; ensayos de Paz, Fuentes, Revueltas, Sergio Zermeño, José Agustín, Volpi, Pérez Arce; narrativa y poesía de González de Alba, Gerardo de la Torre, Sabines, Bañuelos…
Y también hay otras obras importantes inencontrables (ver “Bibliografía 68” en http://www.biblional.bibliog.unam.mx/ ; y en Jacinto Rodríguez Murguía, 1968: todos los culpables, Debate, México 2008, pp. 257-73).
anaya.jess@gmail.com
Carlos Monsiváis: “Lo inexplicable de lo sucedido en Tlatelolco, es lo explicable de la necesidad de dominio de una clase en el poder”. En escuelas, plazas y avenidas, escenarios de una urbe que ya rebasaba los cuatro millones, estalló la algarabía de miles de jóvenes que rechazaban el orden inicuo, enfrentados un dilema hamletiano: “¿democracia o revolución?” (40 años después, ninguna revolución y poca democracia...).
En el aire del tiempo quedaron suspendidas las consignas del 68: ”¡Libertad a los presos políticos!” (o la continuidad de las luchas sociales: julio, “una chispa puede incendiar la pradera”);”¡A esa mano tendida, háganle la prueba de la parafina!”;”¡Pueblo, no nos abandones / únete pueblo!”;”¡Diálogo público!” (la utopía de la democracia directa: una intuición materializada 12 años después en la lucha de los obreros polacos);”¡Prensa vendida!” (constatación unánime matizada por una manta en el Club de Periodistas: ”¡No todos!”); la comuna de Topilejo (agosto o el verano de nuestro descontento); el informe de GDO:”…hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos” (septiembre negro o el lenguaje de plomo); …y octubre cruel: “Al día siguiente, nadie” (Rosario Castellanos, Memorial de Tlatelolco). La multitud de voces y el retumbar de miles de pasos (de las manifestaciones del 5, 13 y 27 de agosto y la conquista del Zócalo a la marcha del silencio del 13 de septiembre), fueron brutalmente sofocados por la metralla militar (de Tlatelolco 68 a Tiananmen 89). “Un país herido” (1968-…):”2 de octubre no se olvida” (o el compromiso político del recuerdo); “Tiembla burguesía porque te quedan pocos milenios de vida…”
2. Si un joven quisiera entender hoy qué sucedió ese año “axial” (pero tan lejano ya para las nuevas generaciones), ¿cuáles libros lo acercarían a una visión crítica? Señalaremos sucintamente sólo los que hoy siguen en librerías (y tal vez en algunas bibliotecas): Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de México: julio-diciembre de 1968 (Era, México 1969): día a día, relación de hechos (complementado con: Aurora Cano A., comp., 1968: antología periodística, UNAM, México 1993); Carlos Monsiváis, Días de guardar (Era, México 1970): implacable radiografía del poder autoritario, su responsabilidad criminal y sus rituales; Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco (Era, México 1971): insuperado collage de testimonios originales; E. Valle E., R. Álvarez G. y J. Revueltas, Los procesos de México’68. Tiempo de hablar. Proceso 272/68. Alegatos de defensa (Editorial Estudiantes, México 2008, 3ª ed.): documenta la sumisión del poder judicial a la presidencia criminal; Carlos Montemayor, “Rehacer la historia: 2 de octubre, Tlatelolco”, en La guerrilla recurrente (Debate, México 2007, pp. 159-231): riguroso análisis de archivos oficiales y fílmicos que demuestra el designio homicida de Díaz Ordaz y sus jefes militares; ensayos de Paz, Fuentes, Revueltas, Sergio Zermeño, José Agustín, Volpi, Pérez Arce; narrativa y poesía de González de Alba, Gerardo de la Torre, Sabines, Bañuelos…
Y también hay otras obras importantes inencontrables (ver “Bibliografía 68” en http://www.biblional.bibliog.unam.mx/ ; y en Jacinto Rodríguez Murguía, 1968: todos los culpables, Debate, México 2008, pp. 257-73).
anaya.jess@gmail.com
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