La impostura de Ugalde

Álvaro Delgado / APRO

En medio de la vorágine por la crisis económica, que exhibe sin atenuantes la ineptitud de Felipe Calderón y la facción que con él se atrinchera en sus privilegios --con la especulación del dólar--, reaparece el depuesto presidente del Instituto Federal Electora (IFE), Luis Carlos Ugalde, para ofrecer un libro que se enmarca en el profundo conflicto político y social que padece el país por la elección presidencial del 2006.

Ambos fenómenos --la crisis económica que hace ya estragos en la población más pobre, incluyendo a la asustadiza clase media, y el libro de Ugalde-- podrían parecer inconexos, pero uno y otro forman parte de la historia reciente de México, por la participación clave de Ugalde en la entronización de Calderón, pupilos los dos de Elba Esther Gordillo, la líder magisterial que actúa impunemente y cuya más reciente desvergüenza ha sido regalar vehículos de medio millón de pesos a 59 incondicionales.

Así lo viví. Testimonio de la elección presidencial de 2006, la más competida en la historia moderna de México, es el largo título del libro de Ugalde, del que el semanario Proceso publica esta semana una selección que exhibe las "presiones" a las que fue sometido por Vicente Fox, Gordillo y Calderón para declarar a este último ganador de la elección presidencial, así como las que padeció de la coalición Por el Bien de Todos para favorecer a Andrés Manuel López Obrador.

Ugalde se describe en su libro como garante incorruptible de la autonomía e independencia del IFE frente a éstas y otras supuestas presiones ejercidas por Gordillo y Manlio Fabio Beltrones para recomendarle funcionarios al inicio de su gestión, y cuando --después de las controvertidas elecciones-- se planeaba su destitución y la de los otros consejeros.

Aunque el libro narra acontecimientos previos y posteriores al 2 de julio, es en esta fecha en que Ugalde vivió las "horas dramáticas", entre las 8 y 12 de la noche. "Es una historia hasta ahora desconocida, que describe cómo se comportaron los principales actores políticos del país en la situación --límite e inesperada-- de una elección tan cerrada que impedía saber quién había ganado."

Su negativa para declarar ganador a Calderón, la noche del 2 de julio, implicó a Ugalde severas recriminaciones de Fox y Gordillo, a quien --asegura-- ni siquiera le tomó la llamada, lo mismo que a Calderón.

En su libro, Ugalde narra que Fox, "con tono seco y altivo", le dijo que era una lástima que no hubiera anunciado ganador, porque todas las encuestas serias mostraban un ganador claro. "Me dijo que estaba colocando al país en una situación de ingobernabilidad por no haber dado ganador."

Igual que lo hizo con Calderón, que le telefoneó poco después de las ocho de la noche del 2 de julio, Ugalde no aceptó hablar con la dirigente magisterial, quien lo maldijo a través de su secretario particular, Alejandro Ríos Camarena. "Ella había sido gestora de mi elección como presidente del IFE en 2003 y en ese momento más crítico de mi gestión mi secretario particular le negaba hablar conmigo. Lo insultó y le dijo que se arrepentía de haber votado por mí como presidente del IFE años antes."

Gordillo le envió a Ugalde el mensaje de que le faltó valor para declarar ganador: "Tiempo después una persona que había presenciado la conversación de Elba Esther con mi secretario particular narró que estaba furiosa. Quería que anunciara que Calderón había ganado. Al colgar conmigo habría dicho: 'Le faltaron huevos a Ugalde'".

El recurso de Ugalde para, supuestamente, tomar distancia de Fox y Gordillo es impecable como embuste: Si fue capaz de no ceder a las presiones de ambos, entonces es falsa la acusación de fue copartícipe en el "fraude electoral"; y si no tuvo valor -"huevos", dijo ella-- para declarar ganador a Calderón, quiere decir que sí lo tuvo para defender los principios democráticos.

En realidad, Ugalde actúa con maña: Los actos de supuesta gallardía que cuenta en su libro jamás serán desmentidos por Fox ni por Gordillo, tan proclives ambos al escándalo y la impunidad de sus actos.

Por ejemplo, Ugalde revela conversaciones que serían comprometedoras para esos dos personajes: Fox, quien en 2004 le dijo que sería neutral, en realidad hizo una estudiada campaña mediática para impedir el triunfo de López Obrador, como le aseguró el vocero Rubén Aguilar:

"Fox pensaba que México no podía regresar a la época del PRI, bajo la sombra de un populista como López Obrador'. Más que un asunto de favorecer a Calderón, lo esencial era que MLO no ganara. Para Fox no importaba si Calderón estaba de acuerdo o no con su estrategia. Para él lo importante era garantizar que se mantuviera su proyecto de gobierno y que AMLO no llegara a Los Pinos."

Gordillo, en tanto, evitó postular como candidato presidencial de Nueva Alianza a Jorge Castañeda, porque le restaba votos al PAN, tal como le habían dicho Fox, Marta Sahagún y Santiago Creel, todavía secretario de Gobernación. Pero ella siempre jugó con esa posibilidad, aunque con la condición de que el inescrupuloso exanciller declinase por Calderón: "El 30 de mayo del 2006, a pocas semanas de la jornada electoral, Elba Esther le dijo a Castañeda por última vez que si aceptaba la candidatura, ella quitaba a (Roberto) Campa."

Ugalde apenas si aborda la intromisión, ilegal, de los organismos empresariales y asociaciones civiles panistas en una campaña de spots de radio y televisión que comenzó en junio, que costó casi 200 millones de pesos; y la justifica por las críticas que recibían de López Obrador.

"Hasta ese momento la clase empresarial del país se había mantenido en una esfera de discreción. Mientras López Obrador los acusaba y agredía, ellos se reservaban sus opiniones", escribe.

Así, aunque exhibe ampliamente a Fox como un impostor por su deseo de influir en el electorado para evitar el triunfo de López Obrador, apenas si le hace un reproche, en forma de preguntas.

"La interrogante central es si el conflicto después del 2 de julio es consecuencia de que las contiendas fueron inequitativas. Si Fox no hubiera hablado y los empresarios no hubieran transmitido sus spots, ¿López Obrador habría aceptado el resultado que no le favoreció? Y, más importante quizá, ¿habría ganado Felipe Calderón?"

De Calderón se ocupa para exhibirlo como incongruente, por no defenderlo de la reforma electoral que lo depuso, pero ni siquiera cuenta si en alguna de sus reuniones le hizo ver que aceptar la remoción de los consejeros electorales implicaba reconocer que hubo fraude electoral.

Inclusive, la última vez que lo vio como presidente del IFE, el 14 de diciembre del 2007, después de que trató de inmiscuirse en el organismo al pedirle que se quedara como presidente, escribió que "la relación concluía de manera cordial y respetuosa".

En su libro Ugalde entra en contradicciones que le restan también credibilidad: Según él, el 30 de octubre se enteró, por la llamada que recibió de Gordillo, de que sería propuesto como presidente del IFE, pero páginas adelante cuenta que "días antes" personeros de ella misma le habían planteado esa posibilidad.

Más aún, yo mismo, tres semanas antes de ese 30 de octubre, le pleantee a Ugalde una entrevista para Proceso, con el fin de que dijera públicamente para qué quería ser consejero electoral, en vista de la opacidad con la que manejaban los diputados la auscultación.

Después de insistirle en la necesidad de la transparencia, aceptó. Quedamos de vernos para la entrevista formal el martes 15 de octubre, pero el viernes previo, por la noche, me llamó para vernos en un bar de la colonia Condesa.

"Discúlpame, pero no puedo hablar", me dijo. "Cualquier cosa que yo diga puede echar abajo la negociación. Pero te prometo que hablaremos."

--La entrevista es ahora o no es.

--No puedo, de veras -me decía, compungido--. Se cae la negociación. Y está en juego la presidencia.

--Por eso, comprométete con la sociedad: Di para qué quieres ser presidente del IFE.

No quiso asumir ese acto de gallardía, como no la asume en general en su libro, que concluye con el reparto indiscriminado de responsabilidades. Al final del libro, no al principio, en los dos últimos párrafos, Ugalde se lava las manos:

La responsabilidad de las decisiones que asumió el IFE durante el proceso electoral fue compartida por los nueves consejeros electorales. Yo tenía una responsabilidad especial, como representante de la institución y su cara más visible. Pero, de la misma manera que todos los órganos colegiados, las decisiones fueron resultado, entre otros factores, de la deliberación, del voto y del veto mayoritario de las coaliciones cambiantes. Aunque yo fui la cara visible, los aciertos y los errores que haya cometido son responsabilidad compartida.

Esta es la estatura de Ugalde.

Apuntes

Es posible anticipar algo con lo que el gobierno de Calderón pretende distraer de la gravedad de la crisis: No habrá revelaciones sobre la identidad de los especuladores que, en horas, minaron en 10% las reservas del Banco de México. La razón es sencilla: Son los que sostienen a este personaje frívolo que no sólo es capaz de guardar silencio ante la desvergüenza de Elba Esther Gordillo, sino que ha dado la orden de ratificar el contubernio en el plano electoral, con la coalición del PAN con Nueva Alianza... Eso sí, Calderón blande el garrote contra cualquier disidencia, incluyendo la de opinión... Todo indica que Nueva Izquierda, la facción que ha terminado de apoderarse del PRD, se sumará al contubernio con Calderón y el priismo que encabeza Beltrones. La reforma petrolera, cuyas ganancias se ha entregado por adelantado en abultados portafolios, se perfila para ser aprobada.

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