Amy Goodman
Las crónicas ya han llegado, y el reciente debate de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, celebrado en la ciudad de Nashville, Tennessee, fue para dormir a cualquiera. Uno de los problemas es que, en un debate, es importante que los participantes estén realmente en desacuerdo. Pero los senadores Barack Obama y John McCain coinciden sustancialmente en muchos asuntos. Ésta es una de las razones más importantes por las que los debates deberían ser abiertos y por las que los candidatos de los terceros partidos e independientes deberían ser incluidos.
Consideremos el colapso financiero global. Ambos senadores votaron en favor del polémico proyecto de ley de rescate financiero que inicialmente fue rechazado en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. En el Senado fue aprobado de manera rotunda y, engordado con favores económicos para lograr el apoyo de los poco colaboradores miembros de la Cámara de Representantes, finalmente también fue aprobado por la Cámara Baja. Las noticias que aparecen día a día sugieren que el plan de rescate no ha solucionado el problema. Más bien, el contagio económico se está expandiendo a todo el mundo, y ya hay bancos europeos y asiáticos al borde del colapso. Islandia –no sólo sus bancos, sino el país entero– se enfrenta a la ruina financiera.
El martes temprano, antes del debate, la Reserva Federal de Estados Unidos anunció que por primera vez en su historia empezaría a comprar la deuda de empresas privadas para ayudarlas a satisfacer sus necesidades de efectivo a corto plazo para que cumplan con obligaciones tales como el pago de los sueldos. Poco después de que finalizara el debate, los principales bancos centrales del mundo, de nuevo por primera vez en la historia, recortaron los tipos de interés de forma simultánea. Y aún así, en el debate no había una sensación de que el sistema financiero mundial necesite algo más que un simple recorte de impuestos por aquí, un vale de pago por allá. Lo más importante que faltó en el debate fue, precisamente, el propio debate.
Bob Barr, candidato a la presidencia por el Partido Libertario, opinó sobre el debate. Escribió: “El senador McCain, el senador Barack Obama y los otros miembros del Congreso que han apoyado un plan de rescate financiero tras otro han convertido la responsabilidad fiscal en un absurdo... No hay una diferencia significativa entre los dos principales partidos.” La campaña del candidato independiente Ralph Nader hizo circular un correo electrónico de seguimiento del debate, en el que se pedía a sus partidarios que estuvieran atentos a palabras y frases clave, entre ellas “clase trabajadora”, “Ley Taft-Hartley”, “sindicatos de trabajadores”, “complejo militar-industrial”, “sistema de salud de pagador único”, “juicio político”, “impuesto al carbono” y “poder corporativo”. Ninguna de estas expresiones fue mencionada.
Los seguidores de Obama hicieron notar que McCain no mencionó ni una sola vez “clase media”. Pero ninguno de los dos candidatos presidenciales mencionó la pobreza. Obama y McCain se esforzaron para demostrar quién era más afín a la industria de la energía nuclear. Ambos se inclinaron ante la industria del carbón y su controvertida táctica del “carbón limpio”. Apenas si se diferenciaban sus posturas con respecto a la cautela a la hora de bombardear Pakistán.
El núcleo del problema de los debates presidenciales en Estados Unidos es que los organiza una empresa privada, la Comisión para los Debates Presidenciales (CPD, por sus siglas en inglés), fundada en 1987 por los partidos Republicano y Demócrata. La CPD le arrebató la responsabilidad del proceso de los debates a la Liga de Mujeres Votantes. Solamente en una ocasión desde entonces un candidato de un tercer partido logró participar en el debate (Ross Perot, en 1992). Después de haber obtenido buenos resultados, Perot fue excluido de los debates de 1996. La CPD exige a los candidatos que tengan al menos 15 por ciento de intención de voto en las encuestas para poder participar en los debates.
Nader llama al límite de 15 por ciento “un círculo vicioso, un nivel de apoyo que es casi imposible obtener para cualquier candidato de un tercer partido político sin conseguir en primer lugar participar en los debates”.
George Farah dirige Open Debates, una organización que trabaja “para asegurar que los debates presidenciales sirvan al pueblo estadunidense antes que a nadie más”. Farah me dijo que “históricamente, han sido los terceros partidos, no los partidos mayoritarios, los que han apoyado y han sido responsables por la abolición de la esclavitud, el sufragio de las mujeres, las escuelas públicas, el poder público, el seguro de desempleo, el salario mínimo, las leyes contra el trabajo infantil. La lista sigue y sigue. Los dos partidos principales no son capaces de enfrentar un asunto particular; surge un tercer partido, recibe el apoyo de decenas de millones de estadunidenses, y obliga a los partidos Republicano y Demócrata a apropiarse del problema, o el tercer partido tiene éxito y se establece como una organización mayoritaria, que es exactamente lo que ocurrió en su momento con el Partido Republicano”.
Existe una iniciativa para organizar un debate entre los terceros partidos en Nueva York, más o menos un día después del último debate entre McCain y Obama, que será el 15 de octubre. La CPD aún tiene la oportunidad de insuflar nueva vida al último debate –y servir así al electorado y a la historia– abriéndolo a todos los candidatos y candidatas que hayan obtenido al menos una presencia significativa en las boletas electorales de los diferentes estados. Tanto Ralph Nader como Bob Barr están en las boletas de casi 45 estados. Cynthia McKinney, del Partido Verde, está en las boletas de 30 estados, y el candidato del Partido Constitucional, Chuck Baldwin, está en las de más de 35 estados. Abramos los debates y tengamos una enérgica y honesta discusión sobre hacia dónde debe encaminarse el país. No sólo estaríamos contribuyendo a una mejor televisión, sino ayudando a tener una mejor democracia.
Denis Moynihan colaboró en la investigación para desarrollar esta columna.
* Amy Goodman es presentadora de Democracy Now!, un informativo diario de televisión y radio de una hora de duración en inglés que se emite en más de 500 estaciones de Estados Unidos y más de 200 radioemisoras de todo el mundo en español. Ha sido galardonada con el Premio Right Livelihood 2008, también llamado “Nobel Alternativo”, y recibirá el galardón en diciembre en el Parlamento de Suecia.
Las crónicas ya han llegado, y el reciente debate de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, celebrado en la ciudad de Nashville, Tennessee, fue para dormir a cualquiera. Uno de los problemas es que, en un debate, es importante que los participantes estén realmente en desacuerdo. Pero los senadores Barack Obama y John McCain coinciden sustancialmente en muchos asuntos. Ésta es una de las razones más importantes por las que los debates deberían ser abiertos y por las que los candidatos de los terceros partidos e independientes deberían ser incluidos.
Consideremos el colapso financiero global. Ambos senadores votaron en favor del polémico proyecto de ley de rescate financiero que inicialmente fue rechazado en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. En el Senado fue aprobado de manera rotunda y, engordado con favores económicos para lograr el apoyo de los poco colaboradores miembros de la Cámara de Representantes, finalmente también fue aprobado por la Cámara Baja. Las noticias que aparecen día a día sugieren que el plan de rescate no ha solucionado el problema. Más bien, el contagio económico se está expandiendo a todo el mundo, y ya hay bancos europeos y asiáticos al borde del colapso. Islandia –no sólo sus bancos, sino el país entero– se enfrenta a la ruina financiera.
El martes temprano, antes del debate, la Reserva Federal de Estados Unidos anunció que por primera vez en su historia empezaría a comprar la deuda de empresas privadas para ayudarlas a satisfacer sus necesidades de efectivo a corto plazo para que cumplan con obligaciones tales como el pago de los sueldos. Poco después de que finalizara el debate, los principales bancos centrales del mundo, de nuevo por primera vez en la historia, recortaron los tipos de interés de forma simultánea. Y aún así, en el debate no había una sensación de que el sistema financiero mundial necesite algo más que un simple recorte de impuestos por aquí, un vale de pago por allá. Lo más importante que faltó en el debate fue, precisamente, el propio debate.
Bob Barr, candidato a la presidencia por el Partido Libertario, opinó sobre el debate. Escribió: “El senador McCain, el senador Barack Obama y los otros miembros del Congreso que han apoyado un plan de rescate financiero tras otro han convertido la responsabilidad fiscal en un absurdo... No hay una diferencia significativa entre los dos principales partidos.” La campaña del candidato independiente Ralph Nader hizo circular un correo electrónico de seguimiento del debate, en el que se pedía a sus partidarios que estuvieran atentos a palabras y frases clave, entre ellas “clase trabajadora”, “Ley Taft-Hartley”, “sindicatos de trabajadores”, “complejo militar-industrial”, “sistema de salud de pagador único”, “juicio político”, “impuesto al carbono” y “poder corporativo”. Ninguna de estas expresiones fue mencionada.
Los seguidores de Obama hicieron notar que McCain no mencionó ni una sola vez “clase media”. Pero ninguno de los dos candidatos presidenciales mencionó la pobreza. Obama y McCain se esforzaron para demostrar quién era más afín a la industria de la energía nuclear. Ambos se inclinaron ante la industria del carbón y su controvertida táctica del “carbón limpio”. Apenas si se diferenciaban sus posturas con respecto a la cautela a la hora de bombardear Pakistán.
El núcleo del problema de los debates presidenciales en Estados Unidos es que los organiza una empresa privada, la Comisión para los Debates Presidenciales (CPD, por sus siglas en inglés), fundada en 1987 por los partidos Republicano y Demócrata. La CPD le arrebató la responsabilidad del proceso de los debates a la Liga de Mujeres Votantes. Solamente en una ocasión desde entonces un candidato de un tercer partido logró participar en el debate (Ross Perot, en 1992). Después de haber obtenido buenos resultados, Perot fue excluido de los debates de 1996. La CPD exige a los candidatos que tengan al menos 15 por ciento de intención de voto en las encuestas para poder participar en los debates.
Nader llama al límite de 15 por ciento “un círculo vicioso, un nivel de apoyo que es casi imposible obtener para cualquier candidato de un tercer partido político sin conseguir en primer lugar participar en los debates”.
George Farah dirige Open Debates, una organización que trabaja “para asegurar que los debates presidenciales sirvan al pueblo estadunidense antes que a nadie más”. Farah me dijo que “históricamente, han sido los terceros partidos, no los partidos mayoritarios, los que han apoyado y han sido responsables por la abolición de la esclavitud, el sufragio de las mujeres, las escuelas públicas, el poder público, el seguro de desempleo, el salario mínimo, las leyes contra el trabajo infantil. La lista sigue y sigue. Los dos partidos principales no son capaces de enfrentar un asunto particular; surge un tercer partido, recibe el apoyo de decenas de millones de estadunidenses, y obliga a los partidos Republicano y Demócrata a apropiarse del problema, o el tercer partido tiene éxito y se establece como una organización mayoritaria, que es exactamente lo que ocurrió en su momento con el Partido Republicano”.
Existe una iniciativa para organizar un debate entre los terceros partidos en Nueva York, más o menos un día después del último debate entre McCain y Obama, que será el 15 de octubre. La CPD aún tiene la oportunidad de insuflar nueva vida al último debate –y servir así al electorado y a la historia– abriéndolo a todos los candidatos y candidatas que hayan obtenido al menos una presencia significativa en las boletas electorales de los diferentes estados. Tanto Ralph Nader como Bob Barr están en las boletas de casi 45 estados. Cynthia McKinney, del Partido Verde, está en las boletas de 30 estados, y el candidato del Partido Constitucional, Chuck Baldwin, está en las de más de 35 estados. Abramos los debates y tengamos una enérgica y honesta discusión sobre hacia dónde debe encaminarse el país. No sólo estaríamos contribuyendo a una mejor televisión, sino ayudando a tener una mejor democracia.
Denis Moynihan colaboró en la investigación para desarrollar esta columna.
* Amy Goodman es presentadora de Democracy Now!, un informativo diario de televisión y radio de una hora de duración en inglés que se emite en más de 500 estaciones de Estados Unidos y más de 200 radioemisoras de todo el mundo en español. Ha sido galardonada con el Premio Right Livelihood 2008, también llamado “Nobel Alternativo”, y recibirá el galardón en diciembre en el Parlamento de Suecia.
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