NO ES LO MISMO; PERO ES IGUAL

Mario Di Costanzo

De acuerdo con la teoría económica la inflación es la disminución del valor del dinero en relación a la cantidad de productos y servicios que se pueden comprar con ese dinero.

Para medirla se construye un indicador llamado “índice de precios” que debe de incluir la totalidad de los precios de los productos y servicios que existen en la economía; es decir los que la gente adquiere, mismos que van; desde los productos que todos los ciudadanos “comunes” diariamente compran; como alimentos básicos, o el uso del transporte público, hasta aquellos que los ciudadanos “no tan comunes” pueden adquirir, como lo son; diamantes, oro, aviones, caviar, etc.

Sin embargo, ya que es mucho más común que la gente compre alimentos en vez de diamantes, la importancia de la comida dentro del “índice de precios” debe ser mayor, que la de los diamantes, por ello, un aumento en el precio de los alimentos debe hacer crecer mucho más al “índice de precios” que un alza en el precio de los diamantes.

Esta situación se confirma con datos del INEGI, según los cuales las familias mexicanas gastan en promedio 30% de su ingreso en alimentos, 18% en transporte, 15% en Educación (a pesar de que debe ser gratuita), 9% en vivienda y el 6% en vestido, 6.5% en enseres domésticos, 4% en salud y el restante en otros gastos.

Esto cobra importancia porque durante los últimos días, muchos doctores en economía, analistas financieros, funcionarios de la Secretaria de Hacienda y hasta el Gobernador del Banco de México, con el mayor descaro del mundo han señalado que durante el 2007 la inflación fue de apenas 3.76%, “cifra menor en 29 centésimas a la registrada durante el 2006”.

Esto, en otras palabras, quiere decir que según ellos, que este “índice de precios” creció, entre enero y diciembre del año pasado, solamente en 3.76%.

Sin embargo, recientemente tanto el Fondo Monetario Internacional, como el Banco Mundial, señalaron que durante 2007 el crecimiento promedio de los alimentos fue de 36.7%, el de los energéticos de 48%, tan sólo productos como el fríjol, trigo, harina de soya o el maíz, tuvieron alzas hasta del 100%.

Más aún, el propio Gobernador del Banco de México, queriendo componer la farsa, aceptó que algunos alimentos y productos agrícolas habían registrado incrementos en sus precios de más de 86 por ciento.

Lo que es un hecho es que mientras que en diciembre de 2006, el costo de una canasta básica de 42 productos era de 818 pesos, para diciembre de 2007 este conjunto de productos costaba ya 1,105 pesos; es decir, creció 35%.

Luego entonces, es absolutamente válido señalar que la inflación para muchos millones de mexicanos fue de 35% ya que ésta se define como la disminución del valor del dinero en relación a la cantidad de productos y servicios que se pueden comprar.

Y que conste que enfatizo lo “que se pueden comprar” ya que, de acuerdo a los datos proporcionados por el INEGI, 70% de los 22 millones y medio de familias que existen en el país, viven con un ingreso mensual menor a 10, 600 pesos, es decir, con menos de nueve salarios mínimos. Por ello, lo que pueden comprar no va mas allá, de los productos popularmente conocidos como básicos o necesarios.

De esta manera, mientras que para muchos economistas este razonamiento no es lo mismo que lo que ellos entienden por “inflación”, para millones de familias la situación que enfrentan es igual a que el costo de la vida se hubiera encarecido en 35%, o bien que su dinero ahora le alcance para 35% menos de lo que hace un año podían comprar.

En otras palabras; mientras que para el gobierno no es lo mismo, para millones de mexicanos, es igual.

Ahora bien, si lo que he señalado no es cierto, entonces porque razón, Eduardo Sojo firmó un convenio con las tiendas de autoservicio para reducir hasta en un 30%, diversos productos básicos, que por cierto, dicho convenio será de muy corto alcance, ya que todos sabemos lo que sucederá con los precios, cuando este llegue a su fin, en el mes de marzo.

Comentarios