jueves, mayo 31, 2012

Empleada de Sabritas relata narcoataque, dice que vio a los sicarios armados

Era un caos, algunos de mis compañeros salieron, otros se metieron a los camiones pero los sicarios los sacaron a golpes y empujones con la pistola en la cabeza.

Daniel Martínez / Milenio


Llegaron con armas largas que parecían metralletas y nos apuntaban a todos, yo los vi bien pues no se cubrieron la cara, entraron amenazando a punta de pistola, ya no quise voltear y corrí a esconderme.

Sentía mucho miedo, no sabía lo que pasaba, cuando se escuchó un disparo.

“Sálganse cabrones, si no quieren que se los cargue las chingada”, gritaban los sujetos

Era un caos, algunos de mis compañeros salieron, otros se metieron a los camiones pero los sicarios los sacaron a golpes y empujones con la pistola en la cabeza.

Tres de mis compañeras y yo nos escondimos en la parte de atrás de la bodega, queríamos refugiarnos, huir de los empistolados, pero ellos nos vieron correr.

Afuera en el patio del centro de distribución los hombres armados rociaban los vehículos con gasolina, no sé cuántos garrafones llevaban.

El olor de gasolina saturó el ambiente. “Nos van a quemar”, pensé. Y salimos corriendo de nuestro escondite.

Fueron segundos que para mí fueron una eternidad, pasaba de las 10 y media de la noche y perdí la noción del tiempo.

Salimos corriendo, sin dirección alguna. Afuera ya ardían los camiones y ya no vi a ninguno de mis compañeros de distribución ahí. Se sentía el calor y respiraba el humo, pasé entre los camiones incendiados.

Ya no vi a los matones, pero corrimos a la carretera, el centro d distribución de Sabritas en Celaya está enclavado en la colonia las Flores, en un corredor que se hace solitario y oscuro por las noches. No había nadie afuera, el único ruido, era el de los camiones ardiendo.

La policía nunca llegó, no hubo testigos más que los que huímos.

Mis compañeras gritaban y corríamos con todas nuestras fuerzas. Lo único que quería yo era estar en casa.

Logramos llegar al bulevar y tomamos el primer taxi que pasó, los nervios nos consumían, estábamos en shock.

Llegué a mi casa, aún con la imagen de los hombres con metralleta en mi mente, tenía mucho miedo.

Vi a mi madre y me sentí aliviada, no dije nada, la abrace y lloré de angustia. Le platique lo que pasó.

Fueron tres días de no pararme aquí, en el lugar de los hechos, no habíamos venido a trabajar, no nos llamaron hasta hoy, hasta aquí dejé mis cosas celular, suéter y demás pertenencias.

Estuve pensando estos días en salirme del trabajo porque tengo mucho miedo.

Esto nunca me había pasado y no quiero que me vuelva a pasar, he escuchado muchos rumores de mis compañeros, dicen muchas cosas pero los patrones nos dijeron que todo estaba bien, que esto no nada más sucedió en Celaya, también en otras plazas.

Creo que los sicarios en esta ocasión no venían a dañarnos, a nadie le hicieron nada, se fueron sobre las cosas que había en la bodega, pero eso no nos quita el miedo.

Una compañera que bajaron de un camión apuntándole con el arma, ella se moría de miedo y hoy vino sólo a dar las gracias. Ya no vendrá. Se asustó mucho pues creyó que la mataban.

Yo no puedo dejar el trabajo es lo que tengo para vivir, es mucho el miedo pero más la necesidad.

Hoy regresaré a trabajar de noche en la planta de distribución de Sabritas con los camiones quemados como recuerdo de lo que pasó. Ya nada será igual, ahora el miedo será mi compañero.

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